Página 176 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

Basic HTML Version

172
Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
que profesan ser cristianos y causan una impresión favorable so-
bre quienes no lo son. Se aumenta la confianza mutua y se reduce
el prejuicio y en muchos casos se lo elimina enteramente. Existe
entonces cierta ansiedad para asistir a la reunión del sábado. Allí,
en la casa de Dios, es el lugar para expresar nuestros sentimientos
denominacionales. Allí el ministro puede expresar con claridad los
puntos esenciales de la verdad presente y con el espíritu de Cristo,
con amor y ternura, mostrar a todos la necesidad de obedecer todos
los requerimientos de Dios, y permitir que la verdad convenza los
corazones.
Se me mostró que podría realizarse una obra mayor si hubiera
médicos que fuesen caballeros, con la correcta manera de pensar,
que tuvieran la cultura adecuada y una comprensión cabal de cada
aspecto del trabajo que le incumbe a un médico. Los médicos de-
bieran tener una gran medida de paciencia, tolerancia, amabilidad
y compasión; porque necesitan estos rasgos al tratar con inválidos
sufrientes, cuyo cuerpo está enfermo, y muchos de ellos están en-
fermos tanto del cuerpo como de la mente. No es un asunto fácil
conseguir la clase correcta de hombres y mujeres, aquellos que sean
idóneos para el lugar y que trabajarán en forma armoniosa, con entu-
siasmo y desinteresadamente para el beneficio de los enfermos que
sufren. En el Instituto se necesitan hombres que tengan ante ellos
el temor de Dios y que puedan ministrar a las mentes enfermas y
destacar la reforma pro salud desde un punto de vista religioso.
Aquellos que se ocupan en esta obra debieran estar consagrados
a Dios y no tener como único objetivo tratar el cuerpo meramente
para curar la enfermedad, trabajando así desde el punto de vista del
médico popular, sino ser padres espirituales, ministrar a las mentes
[188]
enfermas y señalar al alma enferma de pecado el remedio que nunca
falla, el Salvador que murió por ellos. Aquellos que están debilitados
por la enfermedad sufren en más de un sentido. Pueden soportar
el dolor corporal mucho mejor que el sufrimiento mental. Muchos
han violado su conciencia y sólo se los puede alcanzar mediante los
principios de la religión de la Biblia.
Cuando el pobre paralítico sufriente fue llevado al Salvador, la
urgencia del caso parecía no admitir un momento de demora, porque
el cuerpo ya mostraba rastros de descomposición. Cuando aquellos
que lo llevaban en su cama vieron que no podían llegar directamente