Página 177 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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El instituto de salud
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a la presencia de Cristo, inmediatamente abrieron el techo y bajaron
la cama donde yacía el enfermo de parálisis. Nuestro Salvador vio
y comprendió perfectamente su condición. También sabía que este
miserable tenía una enfermedad del alma mucho más grave que el
sufrimiento corporal. Sabía que la carga mayor que había llevado por
meses era una carga de pecados. La multitud esperaba en el suspenso
más absoluto para ver cómo Cristo trataría este caso, aparentemente
tan desesperanzado, y se asombraron al oír las palabras que cayeron
de sus labios: “Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados”.
Mateo 9:2
.
Estas eran las palabras más preciosas que podían llegar a oídos
de ese enfermo sufriente, porque la carga de pecado había caído tan
pesadamente sobre él que no podía encontrar el menor alivio. Cristo
levantó la carga que lo oprimía tan abrumadoramente:
“Ten ánimo,
hijo”
. Yo, tu Salvador, vine a perdonar pecados. ¡Cuán rápidamente
cambia el semblante pálido del sufriente! La esperanza toma el lugar
de la oscura desesperación, y la paz y el gozo reemplazan la duda
angustiosa y la lobreguez impasible. Al ser restaurada la mente a
un estado de paz y felicidad, el cuerpo sufriente puede ahora ser
alcanzado. De los labios divinos brotan luego las palabras: “Tus
pecados te son perdonados... Levántate y anda”.
Mateo 9:2, 5
. En
el esfuerzo por obedecer a la voluntad, esos brazos sin vida y sin
sangre son reanimados; una corriente saludable de sangre corre por
las venas; desaparece el color plomizo de su carne y toma su lugar
el brillo rojizo de la salud. Los miembros que por largos años se
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habían negado a obedecer los mandatos de la voluntad son ahora
vivificados, y el paralítico sanado toma su cama y camina en medio
de la multitud hacia su casa, glorificando a Dios.
Este caso es para nuestra instrucción. Los médicos que quisieran
tener éxito en el tratamiento de la enfermedad deberían saber cómo
ministrar a la mente enferma. Pueden ejercer una influencia poderosa
para bien si confían en Dios. Algunos inválidos necesitan verse ali-
viados del dolor antes que se pueda alcanzar la mente. Después que
el cuerpo ha recibido alivio, el médico frecuentemente puede apelar
con más éxito a la conciencia, y el corazón será más susceptible a
las influencias de la verdad. Hay peligro de que aquellos vinculados
con el Instituto de Salud pierdan de vista el objetivo por el que dicha
institución fue establecida por los adventistas del séptimo día, y al