Página 187 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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El instituto de salud
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les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras
iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos, viendo que había
sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró
rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano.
Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados?
Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria
a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha
salvado”.
Lucas 17:12-19
.
Aquí hay una lección para todos nosotros. Estos leprosos estaban
tan contaminados por la enfermedad que se les había restringido su
ingreso en la sociedad, no fuera que contaminaran a otros. Estos
límites habían sido prescritos por las autoridades. Jesús llega a la
vista de ellos, y en su gran sufrimiento claman a él, el único que
tiene el poder para aliviarlos. Jesús les ordena que se muestren a los
sacerdotes. Ellos tienen fe para emprender su camino, creyendo en
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el poder de Cristo para sanarlos. Mientras van comprenden que la
horrible enfermedad los ha dejado. Pero sólo uno tiene sentimientos
de gratitud, sólo uno siente su profunda deuda hacia Cristo, por esta
gran obra que ha sido hecha en su favor. Éste regresa alabando a
Dios, y con la mayor humildad cae a los pies de Cristo, reconociendo
con gratitud la obra hecha para él. Y este hombre era un extranjero;
los otros nueve eran judíos.
Por causa de este hombre, que haría un uso correcto de la ben-
dición de la salud, Jesús sanó a los diez. Los nueve siguieron de
largo sin apreciar la obra realizada a favor de ellos, y no expresaron
gratitud a Jesús por lo que hizo.
Así los médicos del Instituto de Salud verán que son tratados sus
esfuerzos. Pero si en el trabajo que hacen para ayudar a la humani-
dad sufriente, uno en veinte hace un uso correcto de los beneficios
recibidos y aprecia los esfuerzos hechos en su favor, los médicos
debieran sentirse agradecidos y satisfechos. Si se salva una vida de
cada diez, y un alma de cada cien es salvada en el reino de Dios,
todos los que están vinculados con el Instituto serán ampliamente
recompensados por todos sus esfuerzos. Toda su ansiedad y sus
cuidados no se perderán totalmente. Si el Rey de gloria, la Majestad
del cielo, trabajó por la humanidad sufriente y tan pocos apreciaron
su ayuda divina, los médicos y ayudantes en el Instituto debieran