Página 188 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
avergonzarse por quejarse si sus débiles esfuerzos no son apreciados
por todos y si parece que algunos los desechan.
Me fue mostrado que los nueve que no regresaron para dar glo-
ria a Dios representan correctamente a algunos observadores del
sábado que vienen al Instituto de Salud como pacientes. Reciben
mucha atención y debieran comprender la ansiedad y el desaliento
de los médicos, y ser los últimos en causarles preocupación y cargas
innecesarias. Sin embargo, lamento decir que frecuentemente los
pacientes más difíciles de manejar en el Instituto de Salud son los
de nuestra fe. Se sienten más libres para quejarse que cualquier otro
grupo. Los mundanos, y los cristianos profesos de otras denomina-
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ciones, aprecian los esfuerzos hechos para su recuperación más que
muchos observadores del sábado. Y cuando regresan a sus hogares
ejercen una influencia en favor del Instituto de Salud mayor que la
de los observadores del sábado. Y algunos de los que se sienten más
libres para cuestionar y quejarse por la administración del Institu-
to, son aquellos a quienes se les han dado precios reducidos en su
tratamiento.
Esto ha desanimado mucho a médicos y ayudantes; pero debieran
recordar a Cristo, su gran Modelo, y no cansarse de hacer el bien.
Si uno entre un gran número es agradecido y ejerce una influencia
correcta, debieran agradecer a Dios y cobrar ánimo. Esa persona
puede ser un desconocido y podría surgir la pregunta: ¿Dónde están
los nueve? ¿Por qué no todos los observadores del sábado expresan
su interés en el Instituto de Salud y le dan su apoyo? Algunos
observadores del sábado tienen tan poco interés que, aunque se los
atiende libre de cargos, hablarán despectivamente a los pacientes en
cuanto a los medios empleados para la recuperación de los enfermos.
Deseo que los tales examinen su conducta. El Señor los considera
como a los nueve leprosos que no volvieron para darle gloria. Los
desconocidos cumplen su deber y aprecian los esfuerzos hechos para
su recuperación, mientras que el otro grupo ejerce una influencia
contra aquellos que han tratado de hacerles bien.
El Dr. B necesita cultivar la cortesía y la bondad, no sea que
lastime innecesariamente los sentimientos de los pacientes. Él es
franco y claro, escrupuloso, sincero y ardiente. Tiene una buena
comprensión de la enfermedad, pero debería tener un conocimiento
más cabal de cómo tratar a los enfermos. Con este conocimiento