Página 195 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

Basic HTML Version

El trabajo a favor de los que yerran
191
trir y proteger las ovejas de su dehesa, como fiel y verdadero pastor.
El amor es la cadena de oro que liga mutuamente los corazones con
vínculos voluntarios de amistad, ternura y fiel constancia, y que liga
el alma a Dios. Entre los hermanos hay una decidida falta de amor,
compasión y piadosa ternura. Los ministros de Cristo son demasiado
fríos e inexorables. Sus corazones no arden de tierna compasión y
ferviente amor. La más pura y más elevada devoción a Dios es la
que se manifiesta en los deseos y esfuerzos más fervientes por ganar
almas para Cristo. La razón por la cual los ministros que predican la
verdad presente no tienen más éxito, consiste en que son deficientes,
muy deficientes, en fe, esperanza y amor. Todos nosotros tenemos
que afrontar y soportar trabajos y conflictos, actos de abnegación
y pruebas secretas del corazón. Sentiremos pesar y derramaremos
lágrimas por nuestros pecados; sostendremos constantes luchas y
vigilias, mezcladas con remordimientos y vergüenza, por causa de
nuestras deficiencias.
No olviden los ministros de la cruz de nuestro Salvador su expe-
riencia en estas cosas, mas tengan siempre presente que son tan sólo
hombres sujetos a error y a las mismas pasiones que sus hermanos;
y que para ayudar a éstos deben ser perseverantes en sus esfuerzos
para beneficiarlos, teniendo el corazón lleno de compasión y amor.
Deben acercarse al corazón de sus hermanos, y ayudarles en aquello
en que son débiles y necesitan más ayuda. Los que trabajan en pala-
bra y doctrina deben quebrantar su propio corazón duro, orgulloso e
incrédulo, si quieren notar la misma obra en sus hermanos. Cristo
lo ha hecho todo por nosotros, porque éramos impotentes; estába-
mos atados con cadenas de tinieblas, pecado y desesperación y no
podíamos hacer nada por nosotros mismos. Es mediante el ejercicio
de la fe, la esperanza y el amor como nos acercamos más y más a
la norma de la perfecta santidad. Nuestros hermanos sienten la mis-
ma lastimosa necesidad de ayuda que hemos sentido nosotros. No
debemos recargarnos con censuras innecesarias, sino que debemos
permitir que el amor de Cristo nos constriña a ser muy compasivos
y tiernos, para que podamos llorar por los que yerran y los que han
[209]
apostatado de Dios. El alma tiene un valor infinito, que no puede
estimarse sino por el precio pagado por su rescate. ¡El Calvario! ¡El
Calvario! ¡El Calvario explicará el verdadero valor del alma!
[210]