Página 20 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
y mentales, sino que las mantengamos en reserva, para que en oca-
siones especiales, cada vez que realmente se necesite ayuda, puedan
oírse nuestras voces.
“Vi que se darían pasos importantes, en los cuales se demandaría
nuestra influencia para dar liderazgo; que surgirían corrientes y
ocasionalmente se introducirían errores en el seno de la iglesia, y
entonces se buscaría nuestra influencia. Pero si estamos agotados
por tareas previas, no poseeremos ese juicio sereno, discreción y
dominio propio necesarios para la ocasión importante en la que Dios
quisiera que tuviéramos una parte prominente.
“Satanás ha debilitado nuestros esfuerzos al afligir a la iglesia de
tal modo que abrirnos paso a través de la oscuridad y la incredulidad
demanda de nosotros casi el doble de trabajo. Estos esfuerzos para
poner las cosas en orden en las iglesias han agotado nuestra fuerza, y
tras ellos han venido el cansancio y la debilidad. Vi que tenemos una
obra que hacer, pero el adversario de las almas resistirá todo esfuerzo
que tratemos de realizar. La gente puede haber caído en un estado
de apostasía, de modo que Dios no puede bendecirlos, y esto será
descorazonador; pero no debiéramos desanimarnos. Debiéramos
cumplir nuestro deber presentando la luz, y dejarle la responsabilidad
a la gente”.
Transcribo aquí de otro Testimonio, escrito el 6 de junio de
1863: “Se me mostró que todavía se necesita nuestro testimonio en
la iglesia, que debiéramos esforzarnos para ahorrarnos pruebas y
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preocupaciones, y preservar una actitud mental devota. Aquellos que
están en la oficina tienen el deber de exigirles más a sus cerebros,
y mi esposo el de exigirle menos al suyo. Él pasa mucho tiempo
atendiendo asuntos diversos que confunden y cansan su mente, y lo
incapacitan para el estudio o para escribir, lo cual impide que su luz
resplandezca en la Review como debiera.
“La mente de mi esposo no debiera recargarse ni estar abrumada
de trabajo. Debe tener descanso, y a él se le debe permitir que
escriba y atienda asuntos que otros no pueden hacer. Aquellos que
están ocupados en la oficina podrían liberarlo de un gran peso de
preocupación si se dedicaran a Dios y sintieran un interés profundo
en la obra. No deberían existir sentimientos egoístas entre aquellos
que trabajan en la oficina. Ellos están ocupados en la obra de Dios,
y han de darle cuenta a él por sus motivos y por la manera en que se