Página 21 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Una apelación a los que llevan cargas
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ejecuta este ramo de la obra. Se les pide que disciplinen su mente.
Muchos sienten que no hay culpa alguna en ser olvidadizo. Éste es
un gran error. El olvido es pecado. Conduce a muchos errores y a
mucho desorden y equivocaciones. No deben olvidarse las cosas que
necesitan hacerse. A la mente se le debe exigir; debe ser disciplinada
hasta que recuerde.
“Mi esposo ha tenido muchas preocupaciones, y ha hecho mu-
chas cosas que otros deberían haber llevado a cabo, pero que él temía
que las hicieran, no fuera que en su descuido cometiesen errores que
no se pudieran remediar fácilmente, lo que implicaría pérdidas. Esto
le ha causado gran perplejidad. Aquellos que trabajan en la oficina
debieran aprender. Debieran estudiar y practicar y ejercitar su propio
cerebro; porque tienen sólo esta rama del negocio, mientras que mi
esposo tiene la responsabilidad de muchos departamentos de la obra.
Si un operario comete una falla, debiera sentir que le corresponde
reparar los daños de su propio bolsillo, y no debiera permitírsele a la
oficina que sufra pérdida debido a su negligencia. No debiera dejar
de llevar responsabilidades, sino que debiera intentar nuevamente,
evitando repetir sus errores. De esta manera aprenderá a ser cuida-
doso en aquello que la Palabra de Dios siempre requiere, y entonces
sólo cumplirá con su deber.
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“Mi esposo debiera tomar tiempo para hacer aquellas cosas que
su juicio le dice que preservarían su salud. Él ha pensado que debe
deshacerse de las cargas y responsabilidades que pesaban sobre él, y
dejar la oficina, o su mente se arruinaría. Se me mostró que cuando
el Señor lo libre de su puesto, le dará una evidencia clara de que ha
sido liberado, así como se la dio cuando depositó la carga sobre él.
Pero él ha llevado demasiadas cargas, y aquellos que trabajan con
él en la oficina y también sus compañeros de ministerio, han estado
demasiado dispuestos a que él las lleve. En términos generales, se
han retraído de llevar cargas y han simpatizado con aquellos que
estaban murmurando contra él, y lo han dejado que quede solo
mientras él se doblegaba bajo la censura, hasta que Dios vindicó su
propia causa. Si ellos hubieran tomado su parte de las cargas, mi
esposo habría sido aliviado.
“Vi que Dios requiere ahora de nosotros que cuidemos en for-
ma especial la salud que nos ha dado, porque nuestra obra aún no
ha terminado. Todavía debemos dar nuestro testimonio y tendrá