Página 22 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
influencia. Debiéramos preservar nuestra fuerza para laborar en la
causa de Dios cuando se necesite nuestro trabajo. Deberíamos cuidar
de no asumir cargas que otros pueden y deben llevar. Necesitamos
estimular una disposición alegre, llena de esperanza y serenidad;
porque nuestra salud depende de que lo hagamos. La obra que Dios
nos pide que realicemos no impedirá que cuidemos nuestra salud,
para que podamos recuperarnos del efecto del trabajo muy exigente.
Cuanto más perfecta sea nuestra salud, más perfecta será nuestra la-
bor. Cuando abusamos de nuestras fuerzas y nos agotamos, estamos
más expuestos a resfriarnos, y en esas circunstancias hay peligro de
que la enfermedad asuma una forma peligrosa. No debemos dejarle
a Dios el cuidado de nuestra persona, cuando él ha depositado sobre
nosotros esa responsabilidad”.
El 25 de octubre de 1869, mientras estaba en Adams Center,
Nueva York, se me mostró que algunos de los ministros que estaban
entre nosotros no llevaban toda la responsabilidad que Dios quería
que llevasen. Esta falta acumula tarea extra sobre aquellos que llevan
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cargas, especialmente sobre mi esposo. Algunos ministros no actúan
ni se atreven a hacer algo en la causa y la obra de Dios. Deben
tomarse decisiones importantes; pero como el hombre mortal no
puede ver el fin desde el principio, algunos rehuyen arriesgarse
y avanzar como lo indica la providencia de Dios. Alguien debe
avanzar; alguien debe atreverse en el temor de Dios, confiándole el
resultado al Señor. Aquellos ministros que rehuyen esta parte del
trabajo están perdiendo mucho. Están descuidando de obtener esa
experiencia que Dios planeó que tuvieran para hacerlos hombres
fuertes y eficientes sobre quienes se pueda confiar en cualquier
emergencia.
Hermano A, usted rehuye correr riesgos. No está dispuesto a
arriesgarse cuando no puede ver el camino perfectamente claro.
Sin embargo, alguien debe hacer precisamente esta tarea; alguien
debe caminar por fe, o no se avanzará ni se logrará nada. A usted
lo paraliza el temor de cometer errores y dar pasos en falso, y que
entonces se le eche la culpa. Se excusa de asumir responsabilidades
porque ha cometido algunos errores en el pasado. Pero usted debiera
avanzar de acuerdo con su mejor juicio, confiándole el resultado a
Dios. Alguien debe hacer esto, y es una situación que pone a prueba
a cualquiera. Uno no debiera llevar solo toda esta responsabilidad,