Página 215 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Obra misionera
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Pero la influencia de algunos en la oficina apenó y desanimó a
Marcus. Estos jóvenes que no lo estimaron como él merecía, y cuya
vida cristiana contradecía su profesión de fe, fueron los medios que
Satanás usó para separar de la oficina el don que Dios le había dado.
Él se fue perplejo, apenado, desanimado. Aquellos que habían tenido
años de experiencia y que deberían haber tenido el amor de Cristo
en sus corazones, estaban tan separados de Dios por el egoísmo y el
orgullo, y por su propia insensatez que no pudieron discernir la obra
especial de Dios al relacionar a Marcus con la oficina.
Si aquellos que están vinculados con la oficina hubieran estado
alertas y no espiritualmente paralizados, hace mucho que el hermano
I se habría conectado con la oficina y ahora podría estar preparado
para hacer una buena obra que necesita hacerse en gran manera.
Tendría que haber estado ocupado en enseñar a jóvenes y señoritas
para que se capacitaran a fin de llegar a ser obreros en campos
misioneros.
Muchos que trabajan en la obra han estado medio muertos por
ceder a influencias incorrectas. Han estado donde Dios no podía
impresionarlos mediante su Espíritu Santo. Y, ¡oh, cómo sufre mi
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corazón cuando veo cuánto tiempo ha pasado, y que la gran obra
que podría haberse hecho queda sin cumplirse porque los que están
en posiciones de importancia no han caminado en la luz! Satanás
ha estado listo para simpatizar con los hombres que ocupan oficios
sagrados y para decirles que Dios no les pide tanto celo e interés
abnegado y consagrado como el hermano White espera; y ellos
se colocan descuidadamente en la silla cómoda de Satanás, y el
enemigo siempre vigilante, perseverante, los ata con cadenas de
oscuridad mientras ellos piensan que están bien. Satanás trabaja a su
mano derecha y a su izquierda, y a su alrededor; y ellos no lo saben.
Llaman a las tinieblas luz, y a la luz tinieblas.
Si los que trabajan en la oficina de publicaciones estuvieran
ciertamente ocupados en la obra sagrada de dar el último y solemne
mensaje de amonestación al mundo, cuán cuidadosos deberían ser
de llevar a la práctica en sus vidas los principios de la verdad que
están manejando. Deberían tener corazones puros y manos limpias.
Nuestra gente vinculada con la oficina no ha estado alerta para
mejorar los privilegios que están a su alcance ni para asegurarse
todo el talento y la influencia que Dios les ha provisto. Casi todos