Página 218 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
sólo a los que nos agradecen por ello. Dios nos ha enviado a trabajar
en su viña. Es nuestra tarea hacer todo lo que podemos. “Por la
mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tu mano;
porque no sabes cuál es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo
otro es igualmente bueno”.
Eclesiastés 11:6
. Tenemos demasiada
poca fe. Limitamos al Santo de Israel. Debiéramos estar agradeci-
dos de que Dios condesciende para usar a cualquiera de nosotros
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como su instrumento. Por cada oración ferviente ofrecida con fe
por algo, llegarán respuestas. Puede que no vengan precisamente
como esperábamos, pero vendrán; quizás no como hemos pensado,
pero [llegarán] en el tiempo preciso cuando más las necesitamos.
Pero, ¡oh cuán pecaminosa es nuestra incredulidad! “Si permanecéis
en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que
queréis, y os será hecho”.
Juan 15:7
.
Los jóvenes que están ocupados en esta obra no debieran confiar
demasiado en sus propias aptitudes. No tienen experiencia y debieran
tratar de buscar sabiduría de aquellos que han tenido una larga
experiencia en la obra y que han tenido oportunidades para estudiar
el carácter.
En vez de que nuestros hermanos que ministran trabajen entre
las iglesias, Dios quiere que nos esparzamos en países extranjeros y
que nuestro trabajo misionero se extienda por tanto territorio como
podamos ocupar en forma provechosa, yendo en toda dirección
para levantar nuevas compañías. Siempre debiéramos dejar en la
mente de nuevos discípulos una impresión sobre la importancia de
nuestra misión. Cuando hombres capaces se convierten a la verdad,
no debieran pedir obreros para mantener viva su débil fe; pero se
debiera impresionar a estos hombres con la necesidad de trabajar en
la viña. Mientras las iglesias dependan de obreros del extranjero para
fortalecer y alentar su fe, no llegarán a ser fuertes por ellas mismas.
Se les debe instruir que su fuerza aumentará en proporción a sus
esfuerzos personales. Cuanto más de cerca se siga el plan del Nuevo
Testamento en la obra misionera, más éxito tendrán los esfuerzos
que se hagan.
Debiéramos trabajar como lo hizo nuestro divino Maestro, sem-
brando las semillas de verdad con cuidado, ansiedad y abnegación.
Debemos tener la mente de Cristo si no queremos cansarnos en el
bien hacer. La vida de él fue una vida de continuo sacrificio por el