Página 222 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
de cualquier otro. No estudian la Biblia con humildad de mente,
con el fin de conocer cómo alcanzar el amor de Dios; como dice
Pablo: “Que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de
que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de
comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la
profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede
a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de
Dios”.
Efesios 3:17-19
.
Los predicadores jóvenes debieran evitar las discusiones, porque
no aumentan la espiritualidad o la humildad de mente. En algunos ca-
sos puede ser necesario enfrentar en un debate abierto a un orgulloso
presumido que se opone a la verdad de Dios; pero generalmente estas
discusiones, ya sea en forma oral o escrita, acarrean más daño que
bien. Después de una discusión la mayor responsabilidad descansa
sobre el ministro para mantener el interés. Debiera ser consciente de
la reacción que puede ocurrir después de una excitación religiosa, y
no ceder al desánimo.
Los hombres que no admiten las demandas de la Ley de Dios,
que son muy claras, generalmente toman un rumbo sin leyes; porque
por tanto tiempo se han puesto del lado del gran rebelde en luchar
contra la Ley de Dios, que es el fundamento de su gobierno en el
cielo y en la tierra, que están entrenados en esta labor. En esta guerra
no abrirán sus ojos o conciencias a la luz. Cierran los ojos, no sea
que lleguen a ser iluminados. Su caso es tan desesperado como el
de los judíos que no veían la luz que Cristo les trajo. Las evidencias
maravillosas que él les dio de su carácter mesiánico en los milagros
que realizó, sanando a los enfermos, resucitando a los muertos y
haciendo las obras que ningún otro hombre había hecho o podía
hacer, en vez de ablandar y subyugar sus corazones, y de superar sus
prejuicios malvados, los inspiró con odio y furia satánicos como los
que Satanás mostró cuando fue expulsado del cielo. Cuanto mayor
era la luz y la evidencia que tenían, más grande era su odio. Estaban
decididos a extinguir la luz quitando la vida a Cristo.
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Los que odian la Ley de Dios, que es el fundamento de su go-
bierno en el cielo y en la tierra, ocupan el mismo terreno que los
judíos incrédulos. Su poder desafiante perseguirá a los que guardan
los Mandamientos de Dios, y ellos rechazarán cualquier cantidad de
luz. Han violado por tanto tiempo sus conciencias, y sus corazones