Página 225 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Efecto de las discusiones
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descender [de su nivel] para enfrentar corazones que están tristes
y necesitan consuelo. También se han detenido tanto en los puntos
argumentativos que han descuidado los temas prácticos que el reba-
ño de Dios necesita. Tienen poco conocimiento de los sermones de
Cristo, que forman parte de la vida cotidiana del cristiano, y tienen
poca disposición para estudiarlos. Se han elevado por encima de la
sencillez del trabajo. Cuando eran pequeños en su propia opinión,
Dios los ayudaba; ángeles de Dios los ministraban y hacían sus
labores altamente exitosas en convencer de la verdad a hombres y
mujeres. Pero al entrenar sus mentes para la discusión frecuentemen-
te se vuelven ordinarios y rudos. Pierden el interés y la compasiva
ternura que siempre debiera acompañar los esfuerzos de un pastor
de Cristo.
Los ministros polemistas generalmente están descalificados para
ayudar al rebaño donde más lo necesita. Habiendo descuidado la
religión práctica en sus propios corazones y vidas, no pueden ense-
ñarla a la grey. A menos que haya algo emocionante, no saben cómo
trabajar; parece que se los ha despojado de su fuerza. Y si tratan
de hablar, parece que no saben cómo presentar un tema apropiado
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para la ocasión. Cuando debieran presentar un tema que alimente al
rebaño de Dios, y que alcance y enternezca los corazones, vuelven a
algunos de los viejos temas estereotipados y examinan los argumen-
tos ya dispuestos, que son secos y sin interés. Así, en vez de luz y
vida, traen oscuridad al rebaño y también a sus propias almas.
Algunos de nuestros ministros fallan en cultivar la espiritualidad,
pero fomentan un despliegue de celo y cierta actividad que descansa
sobre un fundamento dudoso. En esta época se necesitan ministros
que cultiven una serena contemplación, ministros de reflexión y
devoción, de conciencia y fe combinadas con actividad y celo. Las
cualidades, reflexión y devoción, actividad y celo, debieran ir juntas.
Los ministros polemistas son los menos dignos de confianza en-
tre nosotros, porque no se puede depender de ellos cuando el trabajo
presenta dificultades. Colóqueselos en un lugar donde hay poco inte-
rés, y manifestarán falta de valor, celo y verdadero interés. Para ser
vivificados y vigorizados dependen tanto de la excitación creada por
el debate o la oposición como el ebrio de su trago. Estos ministros
necesitan convertirse nuevamente. Necesitan beber profundamente
de las corrientes incesantes que proceden de la Roca eterna.