Página 227 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Efecto de las discusiones
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convencidas, sus corazones no se quebrantaron ni se humillaron ante
Dios.
En la presentación de una verdad impopular, que implica una pe-
sada cruz, los predicadores debieran cuidar de que cada palabra sea
como Dios la diría. Sus palabras no debieran ser cortantes. Debieran
presentar la verdad con humildad, con el amor más profundo por las
almas y un ferviente deseo de su salvación, y dejar que la verdad sea
la que corte. No deberían desafiar a ministros de otras denomina-
ciones y tratar de provocar un debate. No debieran colocarse en una
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posición como la de Goliat cuando desafió a los ejércitos de Israel.
Israel no desafió a Goliat, sino que Goliat se jactó orgullosamente
contra Dios y su pueblo. Los desafíos, las jactancias y los insultos
deben venir de los opositores de la verdad, que hacen el papel de
Goliat. Pero nada de este espíritu debiera verse en aquellos a quienes
Dios ha enviado para proclamar el último mensaje de amonestación
a un mundo condenado.
Goliat confiaba en su armadura. Aterrorizaba a los ejércitos de
Israel mediante su jactancia desafiante y salvaje, mientras hacía un
despliegue sumamente impresionante de su armadura, que era su
fuerza. David, en su humildad y celo por Dios y su pueblo, propuso
enfrentar a esta persona jactanciosa. Saúl accedió e hizo que se le
colocara a David su propia armadura real. Pero él no consintió en
usarla. Dejó a un lado la armadura del rey porque no la había proba-
do. Había probado a Dios y, confiando en él, había ganado victorias
especiales. Colocarse la armadura de Saúl daría la impresión de que
él era un guerrero, cuando era sólo el pequeño David que cuidaba
las ovejas. Él no quería que se le diera crédito a la armadura de Saúl,
porque su confianza estaba en el Señor Dios de Israel. Escogió unas
pocas piedrecillas del arroyo, y con su honda y cayado, sus únicas
armas, fue en el nombre del Dios de Israel para enfrentar al guerrero
armado.
Goliat despreció a David porque su aspecto era el de un mero
joven inexperto en las tácticas de la guerra. Goliat insultó a David
y lo maldijo por sus dioses. Sentía que era un insulto para su dig-
nidad el que un mero mozalbete, sin mucha armadura, viniese para
enfrentarlo. Dijo con jactancia lo que haría de él. David no se irritó
porque fue considerado como tan inferior, ni tembló ante sus terri-
bles amenazas, sino que replicó: “Tú vienes a mí con espada y lanza