Página 245 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Ministros centrados en ellos mismos
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con las mentes humanas. Debieran ser hombres de paciencia, bondad
y cortesía que tengan ante ellos el temor de Dios.
Usted frecuentemente gana la confianza de la gente; pero si por
alguna conducta descuidada o algún acto indiscreto, por severidad o
por un espíritu arrogante, usted pierde luego su confianza, resultará
más daño para la causa de Dios que si no se hubiera hecho ningún
esfuerzo. Los ministros que actúan por impulso han hecho gran daño
a la causa de Dios. Algunos se excitan fácilmente y frecuentemente
se irritan; y si se abusan de ellos, se vengan. Esto es justamente lo
que Satanás se regocija en conseguir que hagan. Los enemigos de la
verdad triunfan sobre esta debilidad en un ministro de Cristo, porque
esto es un oprobio para la causa de la verdad presente. Aquellos que
muestran esta debilidad de carácter no representan correctamente
la verdad ni a los ministros de nuestra fe. La indiscreción de un
ministro arroja una nube de sospechas sobre todos y hace las labores
de los que lo siguen excesivamente difíciles.
Hermano R, cuando usted sale para ocuparse del trabajo en un
nuevo campo le encanta explayarse en el enfoque argumentativo,
porque usted ha educado su mente para esta clase de labor. Pero sus
labores no han tenido ni la décima parte del valor que habrían tenido
si se hubiera capacitado mediante la experiencia práctica para dar
a la gente discursos sobre temas prácticos. Usted necesita volverse
un aprendiz en la escuela de Cristo, para que pueda experimentar
la piedad práctica. Cuando tenga el poder salvador de la verdad en
su propia alma no podrá dejar de alimentar al rebaño de Dios con
las mismas verdades prácticas que han hecho que su propio corazón
esté gozoso en Dios. Debieran combinarse los temas prácticos y
doctrinales a fin de impresionar a los corazones con la importancia
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de ceder a las demandas de la verdad, después que el entendimiento
ha sido convencido por el peso de la evidencia. Los siervos de Cristo
debieran imitar el ejemplo del Maestro en la manera de hacer su
labor. Constantemente debieran mantener ante la gente, del modo
más claro posible para ser comprendidos, la necesidad de la piedad
práctica, y, como hizo nuestro Salvador en sus enseñanzas, debieran
conseguir que vean la necesidad del principio religioso y de la justi-
cia en la vida de todos los días. La gente no es alimentada por los
ministros de las iglesias populares, y las almas están hambrientas de
alimento que las nutra y les dé vida espiritual.