Página 247 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Ministros centrados en ellos mismos
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senta, sin investigar por ellos mismos. En sus labores ministeriales
usted ha alejado a muchas almas de la verdad por su manera de
tratarlas. No siempre es impaciente e inaccesible; cuando se siente
dispuesto a hacerlo, se toma el tiempo para contestar las preguntas
cándidamente, pero frecuentemente usted es descortés y exigente, y
quisquilloso e irritable como un niño.
Un lingote de oro y un manto babilónico ocultos turbaron a todo
el campamento de Israel. La desaprobación de Dios recayó sobre
el pueblo a causa del pecado de un hombre. Miles fueron muertos
en el campo de batalla porque Dios no bendeciría ni prosperaría a
un pueblo entre cuyos miembros hubiera un pecador, alguien que
había transgredido su palabra. Este pecador no ocupaba una posición
sagrada, sin embargo un Dios celoso no podía salir a la batalla con
los ejércitos de Israel mientras estos pecados ocultos estuvieran en
el campamento.
Pese a que la advertencia del apóstol está ante nosotros de abste-
nernos “de toda especie de mal” (
1 Tesalonicenses 5:22
), algunos
persisten en seguir un rumbo de conducta indigno de los cristia-
nos. Dios requiere de su pueblo que sea santo, que se mantengan
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separados de las obras de las tinieblas, que sean puros de corazón
y vida, y que no se contaminen con el mundo. Los hijos de Dios,
por fe en Cristo, son su pueblo escogido; y cuando se mantienen
firmes sobre el terreno sagrado de la verdad bíblica serán salvados
del compañerismo con las obras infructuosas de las tinieblas.
Hermano R, usted se ha interpuesto directamente en el camino
de la obra de Dios y ha traído grandes tinieblas y desaliento sobre
su causa. Satanás lo ha cegado. Ha trabajado en busca de aceptación
y la ha conseguido. Si hubiera permanecido en la luz podría haber
discernido el poder de Satanás en acción para engañarlo y destruirlo.
Los hijos de Dios no comen y beben para agradar el apetito, sino para
preservar la vida y la fuerza a fin de hacer la voluntad de su Maestro.
Se visten para cuidar la salud, no por ostentación o para mantenerse
a tono con la moda cambiante. Por principio, la concupiscencia de
los ojos y el orgullo de la vida están desterrados de su guardarropa
y de sus vidas. Actúan movidos por una sinceridad piadosa, y su
conversación es elevada y celestial.
Dios es muy compasivo, porque él entiende nuestras debilidades
y tentaciones; y cuando acudimos a él con corazones quebrantados