Página 248 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

Basic HTML Version

244
Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
y espíritus contritos, él acepta nuestro arrepentimiento, y promete
que, mientras nos aferremos a su fuerza para hacer las paces con él,
haremos paz con él. ¡Oh, qué gratitud, qué gozo debiéramos sentir
porque Dios es misericordioso!
Usted ha fallado al no depender de la fuerza de Dios. Se ha
explayado en su persona y ha hecho de sí el tema de pensamiento
y conversación. Ha magnificado sus pruebas delante de sí mismo y
ante otros, y su mente se ha apartado de la verdad, del Modelo que
se nos pide que copiemos, y le ha fijado en el débil hermano R.
Al estar fuera del púlpito usted tendría que haber sentido el
valor de las almas y haber buscado oportunidades para presentar
la verdad a la gente, pero no ha sentido la responsabilidad que le
[266]
incumbe a un ministro evangélico. Jesús y su justicia no han sido
sus temas, y se han perdido muchas oportunidades que, si hubieran
sido aprovechadas, más de una veintena de almas podría haberse
decidido para dar todo a Cristo y la verdad. Pero usted no levantó la
carga. La obra pastoral implicaba una cruz, y usted no se ocupó de
ella.
Vi ángeles de Dios observando las impresiones que usted hace y
los frutos que produce fuera de la reunión, y su influencia general
sobre creyentes y no creyentes. Vi a estos ángeles velando sus rostros
con tristeza y apartándose afligidos y renuentemente de su lado. Con
frecuencia usted se ha ocupado en asuntos de menor importancia,
y cuando tenía que hacer esfuerzos que requerían el vigor de todas
sus energías, un pensamiento claro y oraciones fervientes, usted
seguía su propio placer e inclinación, y confiaba en su propia fuerza
y sabiduría para enfrentar no sólo a los hombres, sino a principados
y potestades, a Satanás y sus ángeles. Esto es hacer la obra de Dios
negligentemente, colocando en riesgo la verdad y la causa de Dios,
y poniendo en peligro la salvación de las almas.
Debe obrarse en usted un cambio completo antes que se le pueda
confiar la obra de Dios. Usted debiera considerar que la vida es una
realidad solemne y que no es un sueño ocioso. Como centinela en los
muros de Sion, usted debe responder por las almas. Debiera afirmarse
en Dios. Actúa sin la debida consideración, en base a impulsos
antes que por principios. No ha sentido la necesidad positiva de
educar su mente ni crucificar en usted el viejo yo con sus afectos y
concupiscencias. Necesita estar equilibrado por el peso del Espíritu