Página 249 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Ministros centrados en ellos mismos
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de Dios, y que todos sus actos estén regulados por él. Ahora se
siente inseguro en todas sus empresas. Hace y deshace; edifica y
luego derriba; aviva un interés y luego, por falta de consagración
y de sabiduría divina, lo apaga. No ha sido fortalecido, establecido
y afirmado. Ha tenido poca fe; no ha vivido una vida de oración.
Necesita mucho unir su vida con Dios, y entonces no sembrará para
la carne ni al fin cosechará corrupción.
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Chancear, bromear y tener conversaciones mundanas pertenecen
al mundo. Los cristianos que tienen la paz de Dios en sus corazones
estarán contentos y felices sin entregarse a la liviandad o la frivoli-
dad. Mientras estén velando en oración tendrán una serenidad y paz
que los elevará por encima de todas las superfluidades. El misterio
de la piedad, abierto a la mente del ministro de Cristo, lo elevará por
encima de los deleites terrenales y sensuales. Será un participante
de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que está
en el mundo mediante la concupiscencia. La comunicación abierta
entre Dios y su alma lo hará fructífero en el conocimiento de la
voluntad de Dios y abrirá ante él tesoros de temas prácticos que
puede presentar a la gente, que no causarán frivolidad o el asomo
de una sonrisa, sino que solemnizarán la mente, tocarán el corazón
y despertarán la sensibilidad moral hacia las sagradas demandas
que Dios tiene sobre los afectos y la vida. Aquellos que trabajan
en palabra y doctrina debieran ser hombres de Dios, puros en el
corazón y en la vida.
Usted está en el mayor peligro de acarrear oprobio a la causa
de Dios. Satanás conoce sus debilidades. Sus ángeles comunican
sus puntos débiles a aquellos que son engañados por sus maravillas
mentirosas, y ya lo cuentan a usted como uno de los suyos. Satanás
se regocija al conseguir que usted siga un rumbo insensato porque
se coloca en el terreno del enemigo y con ello le da ventajas sobre
usted. Él sabe bien que la indiscreción de los hombres que defienden
la Ley de Dios apartará a las almas de la verdad. Usted no ha colo-
cado sobre su alma la carga del trabajo ni ha trabajado cuidadosa y
fervientemente, en privado, para impresionar favorablemente a las
mentes en relación con la verdad. Demasiado frecuentemente usted
se vuelve impaciente, irritable y pueril, y se hace de enemigos con
sus modales abruptos. A menos que esté en guardia, usted suscita
prejuicios en las almas contra la verdad. A menos que experimente