Página 253 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Un excesivo amor de ganancias
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Su esposa ama la verdad y ella es una mujer práctica, una mujer
de principios. Pero usted no aprecia su valor. Ella ha trabajado
esforzadamente por el bien común de la familia, pero usted no le
ha dado su confianza. No le ha pedido su consejo ni ha compartido
con ella el suyo, como era su deber. En gran medida, usted mantiene
en reserva sus propios asuntos; no le agrada abrirle su corazón a su
esposa y permitir que ella conozca lo que piensa y su verdadera fe y
sentimientos. Usted es reservado. Su esposa no ocupa en su familia
el lugar de honor que ella merece y que es capaz de llenar.
Usted siente que su esposa no debiera interferir con sus planes y
arreglos, y demasiado frecuentemente establece su voluntad y planes
de operación en oposición a los de ella. Actúa como si la identidad
de ella debiera fusionarse en la suya. No está satisfecho con que
ella actúe como si tuviera una individualidad, una identidad propia.
Dios la considera a ella responsable por su individualidad. Usted
no la puede salvar, y ella no lo puede salvar a usted. Ella tiene una
conciencia propia por la que debe guiarse. Usted está demasiado
dispuesto a ser conciencia para ella y a veces para sus hijos. Dios
tiene derechos superiores sobre su esposa que los que usted pueda
tener. Ella debe formar un carácter por sí misma, y es responsable
ante Dios por el carácter que desarrolle.
Usted tiene un carácter que formar y es responsable ante Dios
por ese carácter. Su influencia es dominante y posee un espíritu
dictatorial, lo que no concuerda con la voluntad de Dios. Necesita
dejar de ser tan exigente. Usted se ha enorgullecido por su gusto
delicado y su capacidad de organización. Tiene muy buenas ideas,
pero no ha transferido a su carácter y conducta esta percepción exacta
y fina. Ha fallado en perfeccionar un carácter simétrico. Tiene buenas
ideas de orden y arreglo, pero todas estas magníficas cualidades de la
mente se han embotado al pervertirse. Usted no ha cumplido con las
condiciones expuestas en la Palabra de Dios para llegar a ser un hijo
de Dios. Todas las promesas de Dios son condicionales. “Salid de en
medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y
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yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis
hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso. Así que, amados, puesto
que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de
carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”
2
Corintios 6:17-7:1
. Usted todavía tiene que obtener esta experiencia.