Página 254 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
A usted le encanta estar en la compañía de los incrédulos y oírlos
hablar, y también le gusta hablar con ellos. Jesús no puede ser
glorificado con su conversación, y si usted hubiera tenido el espíritu
de Jesús no podría haber estado tanto tiempo en la compañía de
quienes no tenían el amor por la verdad de Dios.
Usted ha sentido que había obstáculos para que sus hijos llega-
ran a ser cristianos, y ha sentido que se debía culpar a otros. Pero
no se engañe respecto a este asunto. Su influencia como padre ha
sido suficiente para interponerse en el camino de ellos, aunque no
hubiera habido ninguna otra cosa que lo impidiera. Su ejemplo y
su conversación han sido de tal carácter que sus hijos no podían
creer que su conducta fuera consecuente con su profesión. Su con-
versación con incrédulos ha sido de una naturaleza tan baja, y tan
liviana, tan llena de chanzas y bromas, que su influencia jamás pudo
elevarlos. Su trato con otros no ha sido siempre estrictamente ho-
nesto. No ha amado a Dios con todo su corazón, mente y fuerzas,
y a su prójimo como a usted mismo. Si hubiera estado en su poder,
se habría aprovechado de la desventaja de su prójimo. Cada dólar
que le llega de esta manera llevará consigo una maldición que usted
sentirá tarde o temprano. Dios marca cada acto de injusticia, sea
hecho a un creyente o a un incrédulo, y no lo pasará por alto. Su
disposición codiciosa es una trampa para usted. Su trato con sus
semejantes no puede soportar la prueba del juicio.
Su carácter cristiano está manchado de avaricia. Estas manchas
tendrán que ser quitadas, o usted perderá la vida eterna. Cada uno
de nosotros tiene un trabajo que hacer para el Maestro; cada uno de
nosotros posee talentos para mejorar. El más humilde y pobre de los
discípulos de Jesús puede ser una bendición para otros. Quizás no
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entienda que está haciendo alguna cosa buena en especial pero, por
su influencia inconsciente, puede iniciar olas de bendición que se
ensancharán y profundizarán, y el feliz resultado de sus palabras y
conducta consecuente quizás nunca será conocido hasta la distribu-
ción final de recompensas. No siente ni sabe que está haciendo nada
grande. No se le pide que se recargue de ansiedad respecto al éxito.
Él sólo tiene que ir hacia adelante, no con muchas palabras ni con
vanagloria y jactancia, sino callada, fielmente, haciendo la obra que
la providencia de Dios le ha asignado, y no perderá su recompensa.
Esto es lo que ocurrirá en su caso. El memorial de su vida estará