Página 255 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Un excesivo amor de ganancias
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escrito en el libro de registros; y, si usted es finalmente un vencedor,
habrá almas salvadas mediante sus esfuerzos, por su abnegación,
sus palabras buenas y su vida cristiana consecuente. Y cuando final-
mente se distribuyan a todos las recompensas según hayan sido sus
obras, las almas redimidas lo bendecirán, y el Maestro dirá: “Bien,
buen siervo y fiel... entra en el gozo de tu señor”.
Mateo 25:21
.
El mundo ciertamente está lleno de prisa, y de orgullo, egoísmo,
avaricia y violencia; y puede parecernos que es una pérdida de tiem-
po y esfuerzo estar siempre listos, a tiempo y fuera de tiempo, y en
toda ocasión estar preparados para hablar palabras amables, puras,
elevadoras, castas y santas, a pesar del torbellino de confusión, bulli-
cio y luchas. Y sin embargo las palabras habladas apropiadamente,
procedentes de corazones y labios santificados, y respaldadas por
una conducta cristiana piadosa, consecuente, serán como manzanas
de oro con figuras de plata. Usted ha sido como uno de los que
hablan vanamente y ha aparecido como uno del mundo. A veces ha
sido descuidado en sus palabras e imprudente en su conversación
y se ha rebajado como un cristiano en la opinión de los incrédulos.
A veces ha hablado acerca de la verdad, pero sus palabras no han
llevado el tono serio y anheloso que llegaría al corazón. Han estado
acompañadas de observaciones livianas, triviales, que harían llegar a
aquellos con quienes usted conversa a la conclusión de que su fe no
es genuina y que no cree las verdades que profesa. Las palabras en
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favor de la verdad, habladas con sereno aplomo, procedentes de un
propósito recto y de un corazón puro, harán mucho para desarmar
a la oposición y para ganar almas. Pero un espíritu duro, egoísta,
denunciatorio, sólo alejará de la verdad y despertará un espíritu de
oposición.
No tiene que aguardar la llegada de grandes ocasiones, ni esperar
hasta tener aptitudes extraordinarias, antes de trabajar fervientemen-
te para Dios. No tiene que preocuparse en absoluto de qué pensará
el mundo de usted. Si su relación con ellos y su conversación pia-
dosa son un testimonio viviente de la pureza y la sinceridad de su
fe, y ellos están convencidos de que usted desea beneficiarlos, sus
palabras no se perderán completamente en la experiencia de ellos,
sino que producirán frutos para el bien.
Un siervo de Cristo, en cualquier departamento de servicio cris-
tiano, tendrá una influencia salvadora sobre otros por precepto y