Página 256 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
ejemplo. La buena semilla que ha sido sembrada puede yacer algún
tiempo en un corazón frío, mundano, egoísta, sin evidencia de que
ha echado raíz; pero frecuentemente el Espíritu de Dios obra en
ese corazón y lo riega con el rocío del cielo, y la semilla por largo
tiempo oculta brota, y finalmente lleva fruto para la gloria de Dios.
En nuestra vida no sabemos qué prosperará, si esto o aquello. Éstas
no son preguntas para que nosotros, pobres mortales, las resolvamos.
Tenemos que hacer nuestro trabajo, dejando el resultado a Dios. Si
usted estuviera en la oscuridad y la ignorancia, no sería tan culpable.
Pero ha tenido gran luz y ha oído mucha verdad; pero sin embargo,
es un hacedor de la Palabra.
La vida de Cristo es un ejemplo para todos nosotros. Su ejemplo
de abnegación, de sacrificio propio y benevolencia desinteresada
es para que lo sigamos. Toda su vida es una demostración infinita
de su gran amor y condescendencia para salvar al hombre pecador.
“Ámense unos con otros como yo los he amado” (
Juan 15:12 (La
Biblia Latinoamérica))
, dice Cristo. ¿De qué modo nuestra vida de
abnegación, sacrificio y benevolencia se compara con la vida de
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Cristo? “Vosotros sois la luz del mundo”, dice Cristo dirigiéndose a
sus discípulos. “Vosotros sois la sal de la tierra”
Mateo 5:14, 13
. Si
éste es nuestro privilegio y también nuestro deber, y somos personas
llenas de oscuridad e incredulidad, ¡qué terrible responsabilidad
asumimos! Podemos ser canales de luz o de tinieblas. Si hemos
descuidado [nuestro deber] de aumentar la luz que Dios nos ha dado,
y hemos fallado en avanzar en conocimiento y verdadera santidad
cuando la luz ha dirigido el camino, somos culpables y estamos en
oscuridad de acuerdo con la luz y la verdad que hemos descuidado
en mejorar. En estos días de iniquidad y peligro, los caracteres y
las obras de los profesos cristianos por lo general no resistirán la
prueba ni soportarán ser expuestos cuando la luz que ahora brilla
sobre ellos los examine. No hay concordia entre Cristo y Belial; no
hay comunión entre la luz y las tinieblas. ¿Cómo, entonces, pueden
estar en armonía el espíritu de Cristo y el espíritu del mundo? El
Señor nuestro Dios es un Dios celoso. Él requiere el afecto sincero
y la confianza sin reservas de aquellos que profesan amarlo. Dice
el salmista: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el
Señor no me habría escuchado”.
Salmos 66:18
.