Página 275 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Pecado y castigo de Acán
Dios había protegido especialmente a su pueblo para que no
se mezclara con las naciones idólatras que lo rodeaban, y así sus
corazones fueran seducidos por los atractivos bosquecillos y lugares
sagrados, los templos y altares que eran arreglados en la manera más
costosa y seductora a fin de pervertir los sentidos, de tal manera que
Dios fuera suplantado en la mente de la gente.
La ciudad de Jericó estaba entregada a la idolatría más extrava-
gante. Los habitantes eran muy ricos, pero todas las riquezas que
Dios les había dado las consideraban como el don de sus dioses. Te-
nían oro y plata en abundancia; pero, como el pueblo antediluviano,
eran corruptos y blasfemos, e insultaban y provocaban al Dios del
cielo mediante sus obras malvadas. Los juicios de Dios se desperta-
ron contra Jericó, que era una fortaleza. Pero el mismo Capitán de la
hueste del Señor vino del cielo para dirigir a los ejércitos celestiales
en un ataque a la ciudad. Ángeles de Dios asieron las masivas mura-
llas y las derribaron. Dios había dicho que la ciudad de Jericó debía
ser maldita y que todos deberían perecer excepto Rahab y su familia.
Se debía salvar a éstos por el favor que Rahab había hecho a los
mensajeros del Señor. La palabra del Señor al pueblo fue: “Vosotros
guardaos del anatema; ni toquéis, ni toméis alguna cosa del anatema,
no sea que hagáis anatema el campamento de Israel, y lo turbéis”.
Josué 6:18
. “En aquel tiempo hizo Josué un juramento, diciendo:
Maldito delante de Jehová el hombre que se levantare y reedificare
esta ciudad de Jericó. Sobre su primogénito eche los cimientos de
ella, y sobre su hijo menor asiente sus puertas”.
vers. 26
.
Dios fue muy exigente en cuanto a Jericó, no fuera que el pueblo
se encantara con las cosas que los habitantes habían adorado y sus
corazones se apartaran de Dios. Previno a su pueblo con órdenes
muy absolutas; sin embargo, a pesar de la orden solemne de Dios
mediante la boca de Josué, Acán se atrevió a transgredirla. Su codicia
lo condujo a tomar de los tesoros que Dios le había prohibido que
tocara porque la maldición de Dios estaba sobre ellos. Y debido al
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