Página 293 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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El sacrificio en el Monte Carmelo
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como un solo cuerpo con música instrumental y un despliegue im-
presionante. Pero había aprensión en sus corazones al recordar que a
la palabra de este profeta de Jehová la tierra de Israel se había visto
privada de rocío y lluvia durante tres años. Sienten que se acerca
una crisis segura. Habían confiado en sus dioses, pero no pudieron
desdecir las palabras de Elías y demostrar que era un profeta fal-
so. Sus dioses eran indiferentes a sus gritos frenéticos, oraciones y
sacrificios.
Temprano por la mañana, Elías está en el monte Carmelo, ro-
deado por el Israel apóstata y los profetas de Baal. Un hombre solo
en esa vasta multitud, permanece impertérrito. Aquel a quien todo
el reino culpaba de su desgracia se encuentra delante de ellos, sin
amedrentarse ni ser acompañado por ejércitos visibles o un desplie-
gue imponente. Allí está de pie, vestido en su manto burdo, con una
expresión de pavorosa solemnidad en su rostro, plenamente cons-
ciente de su sagrada comisión como siervo de Dios para ejecutar
sus órdenes. Elías fija sus ojos sobre el pico más elevado de las
montañas donde había estado el altar de Jehová cuando la montaña
estaba cubierta de flores y de árboles vigorosos. El azote de Dios
está ahora sobre el monte; toda la desolación de Israel se encuentra
a plena vista del altar de Jehová, descuidado y derribado, y también
son visibles los altares de Baal. Acab permanece a la cabeza de
los sacerdotes de Baal y todos esperan las palabras de Elías en una
expectación ansiosa y llena de temor.
A plena luz del sol, rodeado por miles—hombres de guerra, pro-
fetas de Baal y el monarca de Israel—, está este hombre indefenso,
Elías, aparentemente solo, aunque en realidad no lo está. La hueste
más poderosa del cielo lo rodea. Ángeles excelsos en fortaleza han
venido del cielo para proteger al profeta fiel y justo. Con voz severa
y dominante Elías exclama: “¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros
entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en
pos de él. Y el pueblo no respondió palabra”.
1 Reyes 18:21
. Nadie
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en esa vasta asamblea se atrevió a expresar una palabra en favor de
Dios y revelar su lealtad a Jehová.
¡Qué engaño asombroso y qué terrible ceguedad habían cubierto
a Israel como un oscuro manto! Esta ceguera y apostasía no los
habían rodeado repentinamente; habían descendido gradualmente
sobre ellos al no prestar atención al mensaje de reprensión y ad-