Página 295 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

Basic HTML Version

El sacrificio en el Monte Carmelo
291
gestos antinaturales, y tirándose el cabello, y cortándose la carne,
manifiestan aparente sinceridad.
Pasa la mañana y llega el mediodía, y todavía no hay señal de
que sus dioses se compadezcan de los sacerdotes de Baal, los enga-
ñados adoradores de ídolos. Ninguna voz responde a sus frenéticos
clamores. Los sacerdotes procuran continuamente idear una manera,
por engaño, por la que puedan encender un fuego sobre los altares
y dar la gloria a Baal. Pero el firme ojo de Elías vigila cada movi-
miento. Ochocientas voces quedan enronquecidas. Sus vestimentas
están cubiertas de sangre, y sin embargo su frenética excitación no
disminuye. Sus súplicas se mezclan con maldiciones a su dios sol
que no envía fuego a sus altares. Elías permanece alerta, observando
con ojo de lince para que no se practique ningún engaño; porque él
sabe que si por algún ardid pudieran encender fuego sobre su altar,
lo habrían despedazado ahí mismo. Desea mostrarle al pueblo la
necedad de sus dudas y vacilaciones entre dos opiniones cuando
tienen las obras maravillosas del poder majestuoso de Dios en su
favor e innumerables evidencias de sus misericordias infinitas y de
su amante bondad hacia ellos.
“Y aconteció al mediodía, que Elías se burlaba de ellos, diciendo:
Gritad en alta voz, porque dios es; quizá está meditando, o tiene
algún trabajo, o va de camino; tal vez duerme, y hay que despertarle.
Y ellos clamaban a grandes voces, y se sajaban con cuchillos y con
lancetas conforme a su costumbre, hasta chorrear la sangre sobre
ellos. Pasó el mediodía, y ellos siguieron gritando frenéticamente
[313]
hasta la hora de ofrecerse el sacrificio, pero no hubo ninguna voz, ni
quien respondiese ni escuchase”.
1 Reyes 18:27-29
.
Cuán gustosamente Satanás, que cayó como un rayo del cielo,
habría acudido en auxilio de aquellos a quienes había engañado,
cuyas mentes ha controlado y que están enteramente dedicados
a su servicio. Gustosamente habría mandado un relámpago para
encender sus sacrificios; pero Jehová ha puesto límites a Satanás.
Ha restringido su poder, y todos sus ardides no pueden hacer llegar
una chispa a los altares de Baal. La tarde sigue avanzando. Los
profetas de Baal están cansados, desfallecientes y confusos. Uno
sugiere una cosa y otro otra, hasta que cesan sus esfuerzos. Sus
gritos y maldiciones ya no repercuten en el monte Carmelo. Débiles
y desesperados se retiran de la contienda.