Página 304 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
fugitivo lejos de las moradas de los hombres, deseoso de no volver a
ver rostro humano alguno.
¿Cómo consideraba Dios a su siervo sufriente? ¿Se olvidó de él
a causa del desaliento y la desesperación que lo dominaban? Oh, no.
Elías estaba postrado por el desánimo. Todo el día se había afanado
sin comer. Cuando guió el carro de Acab, corriendo delante de él
hasta la puerta de la ciudad, su valor era grande. Tenía elevadas
esperanzas de que Israel como nación retornara a su lealtad a Dios y
gozara nuevamente del favor divino. Pero una reacción como la que
con frecuencia sigue a una exaltación de la fe y a un éxito notable y
glorioso, oprimía a Elías. Había sido exaltado a la cumbre del Pisga,
para ser humillado al valle más humilde en su fe y sentimientos. Pero
la mirada de Dios estaba aún sobre su siervo. El Señor no lo amó
menos cuando se sintió con el corazón quebrantado y abandonado
de Dios y de los hombres, que cuando, en respuesta a su oración, el
fuego fulguró desde el cielo iluminando el monte Carmelo.
Los que no han llevado responsabilidades pesadas, o que no han
estado habituados a sentir profundo [celo por la causa de Dios], no
pueden entender los sentimientos de Elías y no están en condiciones
de prodigarle la compasiva ternura que él merece. Dios conoce y
puede leer la dolorosa angustia del corazón bajo la tentación y el
arduo conflicto.
Mientras Elías duerme bajo un enebro, un toque suave y una voz
agradable lo despiertan. Se sobresalta inmediatamente aterrorizado,
disponiéndose a huir, como si el enemigo que estaba en busca de
su vida ciertamente lo hubiera encontrado. Pero en el rostro com-
pasivo y lleno de amor que se inclina sobre él no ve la faz de un
enemigo, sino la de un amigo. Un ángel ha sido enviado desde el
cielo con alimento para sustentar al fiel siervo de Dios. Su voz le
dice a Elías: “Levántate, come”.
1 Reyes 19:5
. Después que Elías
hubo participado del refrigerio preparado para él, volvió a dormirse.
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Por segunda vez el ángel de Dios atiende las necesidades de Elías.
Toca al hombre cansado, agotado, y con compasiva ternura le dice:
“Levántate y come, porque largo camino te resta”.
1 Reyes 19:7
.
Elías fue fortalecido y prosiguió su camino a Horeb. Estaba en un
desierto. Por la noche se alojó en una cueva para resguardarse de las
bestias salvajes.