Página 312 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

Basic HTML Version

308
Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
Él, por lo tanto, había estado probando este nuevo criterio. Siguió
su temperamento natural cediendo a los deseos del pueblo, a fin de
evitar insatisfacción y preservar su buena voluntad, y de ese modo
impedir una rebelión, que él pensó que ciertamente se produciría si
no cedía a sus deseos. Pero si Aarón hubiera permanecido sin vacilar
del lado de Dios; si hubiera afrontado la sugerencia del pueblo de
que les hiciera dioses para que fuesen delante de ellos a Egipto,
con la justa indignación y el horror que su propuesta merecía; si
les hubiera mencionado los terrores del Sinaí, donde Dios había
declarado su Ley en medio de tal gloria y majestad; si les hubiera
recordado su solemne pacto con Dios de obedecer todo lo que él les
mandara; si les hubiese dicho que a costa de su vida él no cedería a
sus ruegos, habría tenido influencia sobre el pueblo para impedir una
terrible apostasía. Pero cuando, en la ausencia de Moisés, se requería
su influencia para ser usada en la dirección correcta, cuando tendría
que haber permanecido tan firme e inflexible como lo hizo Moisés,
para impedir que el pueblo siguiera un camino de pecado, su influen-
cia fue ejercida en el lado equivocado. Fue impotente para hacer
que su influencia se ejerciera para vindicar el honor de Dios en la
[330]
observancia de su santa ley. Pero poniéndose en el lado equivocado
ejerció una influencia poderosa. Dirigió y el pueblo obedeció.
Cuando Aarón dio el primer paso en la dirección equivocada,
fue imbuido del espíritu que había movido al pueblo, y asumió la
iniciativa y dirigió como un general, y el pueblo fue singularmente
obediente. Aquí Aarón sancionó en forma decidida los pecados más
graves, porque esto era menos difícil que estar en defensa de lo
correcto. Cuando se desvió de su integridad al aprobar los pecados
del pueblo parecía inspirado con una decisión, seriedad y celo nuevos
para él. Su timidez pareció desaparecer repentinamente. Con un celo
que nunca había manifestado en erguirse en defensa del honor de
Dios contra el error, tomó los instrumentos para convertir el oro en
la imagen de un becerro. Ordenó que se edificara un altar y, con
una certeza digna de mejor causa, proclamó al pueblo que el día de
mañana sería un día de fiesta al Señor. Los trompeteros llevaron la
palabra de la boca de Aarón e hicieron sonar la proclamación en
compañía de los ejércitos de Israel.
La serena certidumbre de Aarón en un curso equivocado de
conducta le dio mayor influencia sobre el pueblo que la que podría