Página 313 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Moisés y Aarón
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haber tenido Moisés al conducirlos en el curso correcto y sofocar
su rebelión. ¡Qué ceguera espiritual terrible había descendido so-
bre Aarón que llamó a la luz tinieblas y a las tinieblas luz! ¡Qué
presunción la de él al proclamar una fiesta al Señor disimulando su
adoración idólatra de una imagen de oro! Aquí se ve el poder que
Satanás tiene sobre las mentes que no están plenamente controladas
por el Espíritu de Dios. Satanás había colocado su bandera en medio
de Israel, la que fue exaltada como la bandera de Dios.
“Israel—dijo Aarón sin vacilación o vergüenza—, estos son tus
dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto”.
Éxodo 32:4
. Aarón
influyó sobre los hijos de Israel para que fueran a mayores extremos
en su idolatría de lo que se les había ocurrido. Ya no les preocupaba
que tal vez la gloria ardiente como llama de fuego sobre el monte
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hubiera consumido a su dirigente. Pensaban que tenían un general
que les convenía muy bien a ellos, y estaban listos para hacer cual-
quier cosa que él sugiriese. Sacrificaron a su dios de oro; ofrecieron
ofrendas de paz, y se entregaron al placer, la jarana y la borrachera.
Llegaron a la conclusión de que no habían tenido tantos problemas
en el desierto porque estuvieran equivocados, sino que, después de
todo, la dificultad estaba con su dirigente. No era el tipo correcto
de hombre. Era demasiado inflexible y continuamente les echaba
en cara sus pecados, advirtiendo, reprobando y amenazándolos con
el desagrado de Dios. Había llegado un nuevo orden de cosas, y
estaban complacidos con Aarón y complacidos con ellos mismos.
Pensaban: ¡Si Moisés sólo hubiera sido tan amable y blando como
Aarón, qué paz y armonía habrían prevalecido en el campamento de
Israel! Ahora no les preocupaba si Moisés alguna vez descendía del
monte o no.
Cuando Moisés vio la idolatría de Israel y se despertó su indigna-
ción ante su vergonzoso olvido de Dios hasta el punto de que lanzó
las tablas de piedra y las rompió, Aarón permaneció mansamente,
soportando la censura de Moisés con plausible paciencia. El pueblo
estaba encantado con el espíritu amable de Aarón y sentía disgusto
ante la conducta precipitada de Moisés. Pero Dios ve no como el
hombre ve. No condenó el ardor y la indignación de Moisés contra
la vil apostasía de Israel.
El verdadero general toma entonces su posición del lado de Dios.
Ha venido directamente de la presencia del Señor, donde intercedió