Página 314 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
ante él para que aparte su ira de su pueblo errante. Ahora tiene otra
obra que hacer, como ministro de Dios, para vindicar su honor ante el
pueblo y para hacerles ver que el pecado es pecado, y que la justicia
es justicia. Tiene una obra que hacer para contrarrestar la terrible
influencia de Aarón. “Se puso Moisés a la puerta del campamento,
y dijo: ¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo. Y se juntaron
con él todos los hijos de Leví. Y él les dijo: Así ha dicho Jehová,
el Dios de Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo; pasad
y volved de puerta a puerta por el campamento, y matad cada uno
a su hermano, y a su amigo, y a su pariente. Y los hijos de Leví
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lo hicieron conforme al dicho de Moisés; y cayeron del pueblo en
aquel día como tres mil hombres. Entonces Moisés dijo: Hoy os
habéis consagrado a Jehová, pues cada uno se ha consagrado en su
hijo y en su hermano, para que él dé bendición hoy sobre vosotros”.
Éxodo 32:26-29
.
Aquí Moisés define la consagración genuina como obediencia
a Dios, para levantarse en vindicación de lo correcto y mostrar
una disposición para ejecutar el propósito de Dios en los deberes
más desagradables, mostrando que las demandas de Dios son más
elevadas que las demandas de amigos o las vidas de los familiares
más cercanos. Los hijos de Leví se consagraron a Dios para ejecutar
su justicia en contra del crimen y el pecado.
Aarón y Moisés pecaron ambos al no dar gloria y honor a Dios
en las aguas de Meriba. Ambos estaban cansados y se sintieron
provocados por las continuas quejas de Israel y, en un momento
cuando Dios iba a desplegar misericordiosamente su gloria ante el
pueblo, para suavizar y subyugar sus corazones y para conducirlos
al arrepentimiento, Moisés y Aarón se atribuyeron el poder de abrir
la roca para ellos. “¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir
aguas de esta peña?”
Números 20:10
. Aquí había una oportunidad
de oro para santificar al Señor en medio de ellos, para mostrarles a
los israelitas la paciencia de Dios y su tierna compasión hacia ellos.
Habían murmurado contra Moisés y Aarón porque no habían podido
encontrar agua. Moisés y Aarón consideraron estas murmuraciones
como una gran prueba y un deshonor para ellos, olvidando que era
Dios a quien el pueblo estaba agraviando. Era en contra de Dios que
estaban pecando y a quien estaban deshonrando, no en contra de
aquellos que fueron nombrados por Dios para ejecutar su propósito.