Página 322 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
que causan perplejidad y con pesadas responsabilidades respecto
a las importantes instituciones que hay entre nosotros. Vi que no
hay ninguna razón real por la que debieran fallar en este importante
período de la causa y de la obra si le dan la debida consideración a la
luz que Dios les ha dado en cuanto a cómo trabajar y cómo practicar
ejercicio, y si le dan la debida atención a su dieta.
Algunos de nuestros ministros comen muy abundantemente y
no hacen suficiente ejercicio como para liberarse de la materia de
deshecho que se acumula en el sistema. Comerán y luego pasarán
la mayor parte de su tiempo sentados, leyendo, estudiando o es-
cribiendo, cuando una parte de su tiempo debiera dedicarse a un
trabajo físico sistemático. Nuestros predicadores ciertamente ten-
drán graves problemas de salud a menos que sean más cuidadosos
en no recargar el estómago con una cantidad demasiado grande de
alimento, aunque sea saludable. Vi que ustedes, hermano y hermana
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A, corren peligro en este punto. El comer en exceso impide el libre
flujo del pensamiento y las palabras, y esa intensidad de convicción
que es tan necesaria a fin de grabar la verdad en el corazón del
oyente. La indulgencia del apetito oscurece y esclaviza la mente,
y embota las emociones santas del alma. Las facultades mentales
y espirituales de algunos de nuestros predicadores se debilitan por
causa de la alimentación inadecuada y la falta de ejercicio físico.
Aquellos que apetecen grandes cantidades de comida no debieran
complacer su apetito, sino que debieran practicar la abnegación y
retener la bendición de músculos activos y cerebros que funcionan
con toda libertad. El comer en exceso embota todo el ser al desviar
las energías procedentes de los otros órganos para hacer el trabajo
del estómago.
El fracaso de nuestros ministros al no ejercitar todos los órga-
nos del cuerpo proporcionadamente hace que algunos se desgasten,
mientras que otros están débiles a causa de la inacción. Si se permite
que se desgaste casi exclusivamente un órgano o un conjunto de
músculos, el que más se use llega a agotarse en exceso y a debilitarse
grandemente. Cada facultad de la mente y cada músculo, tiene su
función característica, y a todos se les requiere que se ejerciten por
igual a fin de desarrollarse debidamente y para retener un vigor sa-
ludable. Cada órgano tiene su función que cumplir en el organismo
viviente. Cada rueda en la maquinaria debe ser una rueda viviente,