Página 329 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Pioneros en la causa
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Hermano y hermana A, se me ha mostrado que cuando ustedes
han viajado han sido admirados y altamente estimados, y tratados
con mayor respeto y deferencia de lo que convenía para su bien.
No es natural para ustedes tratar con igual respeto a aquellos que
han llevado las cargas que Dios ha puesto sobre ellos en su causa
y trabajo. A ustedes dos les encanta la comodidad que tienen. No
se inclinan a desviarse de su camino [para ayudar a otros] o a sufrir
inconvenientes. Desean que las cosas se dispongan a su conveniencia.
Tienen una gran autoestima y opiniones exaltadas de sus logros.
No han tenido que soportar preocupaciones y cargas que causan
perplejidad, ni han tenido que tomar decisiones importantes que
afectaran los intereses de la causa de Dios, como ha sido la suerte
de mi esposo. Dios lo ha hecho a él un consejero de su pueblo, para
orientar a jóvenes como usted, que son como niños en la verdad.
Y cuando usted tome esa humilde posición—la cual un verdadero
sentido de su real condición lo inducirá a tomar—, estará dispuesto a
ser aconsejado. Es debido a las pocas responsabilidades que usted ha
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llevado que no comprende por qué el hermano White debiera sentir
[la carga por la obra] más profundamente que usted. Existe sólo esta
diferencia entre usted y él en este asunto: él ha invertido treinta de los
mejores años de su vida en la causa de Dios, mientras que usted ha
tenido apenas unos pocos años de experiencia, y comparativamente,
no ha tenido que enfrentar ninguna de las penurias que él ha tenido
que sufrir.
Después que los que dirigieron esta obra trabajaron duramente
para preparar la verdad y alistar la tarea para facilitarles todo a
ustedes, usted la abraza y sale a trabajar, presentando los preciosos
argumentos que otros, con ansiedad inexpresable, han investigado
para usted. Mientras se ha hecho amplia provisión para usted en lo
que se refiere a recursos materiales—sus salarios semanales seguros,
no dejándole ninguna razón para sentir preocupación o ansiedad en
esta área—, los pioneros de esta causa sufrieron privaciones de todo
tipo. No tenían seguridad de nada. Dependían de Dios y de unos
pocos [creyentes] leales que aceptaban sus labores. Mientras que
usted tiene hermanos simpatizantes que lo sostienen y que aprecian
plenamente su trabajo, los primeros obreros en esta causa no tenían
sino muy pocos que los respaldaran. Podía contarse a todos en unos
pocos minutos. Sabíamos lo que era estar hambrientos por falta de