Página 33 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Capacidad no santificada
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todas partes. El hermano B carece de frugalidad y economía. Carece
del tacto que lo capacitaría para adaptarse a las providencias de Dios
y que haría de él alguien que presta servicios de emergencia. Él ama
la alabanza humana. Las circunstancias lo desvían y está sujeto a la
tentación, y no se puede confiar en su integridad.
La experiencia religiosa del hermano B no era sólida. Actuaba
por impulso, no por principio. Su corazón no era recto con Dios, y
no tenía delante de sí el temor de Dios ni su gloria. Actuaba mucho
como un hombre ocupado en asuntos comunes; tenía muy poco
sentido del carácter sagrado de la obra en la cual estaba ocupado.
No había practicado la abnegación ni la economía, por lo tanto no
tenía experiencia en estos asuntos. A veces trabajaba fervientemente
y manifestaba un buen interés en la obra. Luego nuevamente des-
cuidaba su tiempo y gastaba momentos preciosos en conversaciones
sin importancia, impidiendo que otros cumplieran con su deber y
dándoles un ejemplo de insensatez e infidelidad. La obra de Dios
es sagrada y demanda hombres de estricta integridad. Se necesitan
hombres cuyo sentido de la justicia, aun en los asuntos más pe-
queños, no les permita emplear su tiempo en forma descuidada e
incorrecta; hombres que comprendan que están manejando recursos
que pertenecen a Dios, y que no se apropiarían injustamente de un
centavo para su propio uso; hombres que serán justos como también
fieles y exactos, cuidadosos y diligentes en su trabajo, tanto en la
ausencia de su empleador como en su presencia, probando por su
fidelidad que no son meramente siervos que agradan a los hombres
y atienden fielmente su deber sólo cuando son observados, sino que
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son trabajadores concienzudos, fieles, íntegros, que hacen lo recto,
no para recibir la alabanza humana, sino porque aman y escogen
lo correcto movidos por un alto sentido de su obligación para con
Dios.
Los padres no son cuidadosos en la educación de sus hijos. No
ven la necesidad de moldear sus mentes mediante la disciplina. Les
dan una educación superficial, manifestando mayor cuidado por lo
ornamental que por esa educación sólida que desarrollaría y dirigiría
las capacidades como para sacar a relucir las energías del alma,
y hacer que las facultades de la mente se expandan y fortalezcan
por el ejercicio. Las habilidades de la mente necesitan que se las
cultive, con el fin de que se las pueda ejercitar para la gloria de