Página 337 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Pioneros en la causa
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Dios les dará a ambos victorias preciosas si se rinden enteramen-
te a él y permiten que su gracia subyugue sus corazones orgullosos.
Su justicia propia no les aprovechará de nada ante Dios. Nada debie-
ra hacerse irregularmente o con un espíritu arrebatado. No pueden
corregirse los errores ni hacerse reformas de carácter mediante unos
pocos esfuerzos débiles e intermitentes. La santificación no es una
obra de un día o un año, sino de toda la vida. Sin esfuerzos continuos
y actividad incesante, no puede haber progreso en la vida divina, ni
obtenerse la corona del vencedor. Estamos preparándonos para el
juicio, y no es seguro trabajar con nuestra propia sabiduría ni confiar
en nuestro propio criterio. Con el espíritu de confianza propia que
ahora poseen, ninguno de ustedes podría ser feliz en el cielo; porque
allí todos, aun los ángeles exaltados, están subordinados. Ustedes
tienen que aprender todavía la subordinación y la sumisión. Ambos
deben ser transformados por la gracia de Dios.
Hermana A, vi que usted debiera cuidar de no abrir una puerta de
tentación a su esposo, que no pueda cerrar a voluntad. Es más fácil
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invitar al enemigo a sus corazones que despedirlo después que ha
ocupado el territorio. Su orgullo se hiere fácilmente y usted necesita
acercarse a Dios y buscar gracia fervientemente—la gracia divina—,
para soportar las privaciones como un buen soldado de Jesucristo.
Dios será su ayudador si lo elige a él como su fuerza. Ambos debie-
ran cultivar una mayor devoción a Dios. La única manera de velar
humildemente es velar con oración. No piensen por un momento
que pueden sentarse cómodamente y gozar de la vida, y pensar en
su propio placer y conveniencia. La vida de Cristo es nuestro ejem-
plo. Él era un hombre de dolores y experimentado en quebrantos;
fue herido y lastimado. Ustedes están demasiado satisfechos con
su posición. Necesitan constante vigilancia, no sea que Satanás los
seduzca mediante sus sutilezas, corrompa sus mentes y los haga
caer en contradicciones y en una grosera oscuridad. Su vigilancia
debiera caracterizarse por un espíritu de humilde dependencia de
Dios. No debiera realizarse con un espíritu orgulloso y de confianza
propia, sino con un sentido profundo de su debilidad personal y una
confianza infantil en las promesas de Dios.
Ahora es una tarea fácil y placentera predicar la verdad del
mensaje del tercer ángel, en comparación con lo que era cuando
recién comenzó a proclamarse, cuando los Números eran pocos y se