Página 338 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
nos miraba como fanáticos. Aquellos que llevaban la responsabilidad
del mensaje durante sus comienzos y progreso inicial del mensaje
sabían lo que eran conflictos, aflicción y angustia del alma. La carga
pesaba sobre ellos día y noche. No pensaban en descanso ni en
conveniencias, aunque estaban abrumados por el sufrimiento y la
enfermedad. La brevedad del tiempo requería actividad y los obreros
eran pocos.
Frecuentemente, cuando teníamos que vernos en situaciones de
apremio, pasábamos toda la noche en oración ferviente y agonizante,
con lágrimas, en busca de la ayuda de Dios y de luz que resplan-
deciera sobre su Palabra. Cuando llegaba la luz y las nubes habían
sido rechazadas, ¡qué gozo y qué felicidad agradecida descansaba
sobre los ansiosos y fervientes investigadores! Nuestra gratitud a
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Dios era tan completa como había sido nuestro ferviente y anhelante
clamor por luz. Algunas noches no podíamos dormir porque nuestros
corazones estaban desbordando de amor y gratitud a Dios.
Los hombres que salen ahora a predicar la verdad tienen a su dis-
posición materiales que han sido preparados para ellos. No pueden
ahora experimentar privaciones como las que soportaron los obreros
en la verdad presente antes que ellos. La verdad ha sido publicada,
eslabón tras eslabón, hasta formar una cadena clara y unida. Pre-
sentar la verdad con tal claridad y armonía ha requerido cuidadosa
investigación. La oposición, sumamente amarga y resuelta, condujo
a los siervos de Dios al Señor y a sus Biblias. Ciertamente les fue
preciosa la luz que vino de Dios.
Se me ha mostrado que la razón por la que algunos no pueden
distinguir lo bueno es porque han halagado durante mucho tiempo
al enemigo que ha trabajado lado a lado con ellos mientras no han
discernido su poder. A veces parece difícil esperar pacientemente
hasta que llega el tiempo de Dios para vindicar el bien. Pero se
me ha mostrado que si nos volvemos impacientes perdemos una
rica recompensa. Como fieles labradores en el gran campo de Dios,
debemos sembrar con lágrimas y ser pacientes y llenos de esperanza.
Debemos enfrentar problemas y tristezas. Tentaciones y trabajos
penosos afligirán el alma, pero debemos esperar pacientemente con
fe para cosechar con gozo. Durante la victoria final Dios no ne-
cesitará a las personas que en tiempos de riesgo y peligro no se
encuentran en ninguna parte, cuando se requieren la fuerza, el valor