Página 346 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

Basic HTML Version

342
Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
las hermosas flores frescas, que se deleitan con morbidez en el lado
melancólico del lenguaje que les habla el mundo natural, que no
aprecian la belleza de los valles vestidos de verde y de las altas
cimas de las montañas, que cierran sus oídos a la voz gozosa de la
naturaleza, que es dulce música para el oído que la escucha, los tales
no están en Cristo. No andan en la luz, sino que juntan para ellos
mismos tinieblas y lobreguez, cuando podrían tener alegría y ver
nacer en su corazón la bendición del Sol de Justicia con sanidad en
sus rayos.
Mi joven hermana, usted está viviendo una vida imaginaria. No
puede detectar o darse cuenta de una bendición en nada. Se imagina
problemas y pruebas que no existen; exagera pequeñas molestias
convirtiéndolas en pruebas dolorosas. Ésta no es la mansedumbre
que Cristo bendijo. Es un descontento no santificado, rebelde, impro-
pio de una hija. La mansedumbre es una gracia preciosa, dispuesta a
sufrir silenciosamente, dispuesta a soportar pruebas. La mansedum-
bre es paciente y se esfuerza por ser feliz bajo toda circunstancia.
La mansedumbre está siempre agradecida y compone sus propios
cantos de felicidad, haciendo una melodía en el corazón de Dios. La
[368]
mansedumbre sufrirá chascos e injusticias, y no se vengará. La man-
sedumbre no ha de ser taciturna ni malhumorada. Un temperamento
adusto es lo opuesto a la mansedumbre, porque esto sólo hiere y da
dolor a otros, y no encuentra satisfacciones para sí.
Usted acaba de entrar en la escuela de Cristo. Todavía tiene casi
todo por aprender. No se viste ahora extravagantemente, pero se
enorgullece de la apariencia. Desea vestirse con menos sencillez.
Piensa considerablemente más en el vestido que lo que debiera. Cris-
to la invita: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y
yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de
mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para
vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”.
Mateo
11:28-30
. Someta su cuello al yugo que Cristo impone y encontrará
en esta sumisión la misma felicidad que ha tratado de obtener para
sí en su propia manera siguiendo su propio curso de conducta.
Usted puede estar contenta si somete incluso sus pensamientos a
la voluntad de Cristo. No debiera demorarse sino escudriñar cuidado-
samente su propio corazón y morir al yo diariamente. Quizás usted
pregunte: ¿Cómo puedo dominar mis propias acciones y controlar