Página 365 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Los rebeldes perecen
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no había terminado. Vino un fuego de la nube de gloria y consumió
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a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían incienso. Éstos
eran príncipes; esto es, hombres generalmente de buen juicio y de
influencia en la congregación, hombres de renombre. Eran altamen-
te estimados, y su juicio había sido buscado en asuntos difíciles.
Pero fueron afectados por una influencia errónea, y se volvieron
envidiosos, celosos y rebeldes. No perecieron con Coré, Datán y
Abiram porque no fueron los primeros en la rebelión. Fueron los
primeros en ver el fin de los cabecillas en la rebelión, y tuvieron una
oportunidad para arrepentirse de su crimen. Pero no se resignaron
ante la destrucción de esos hombres malvados, y la ira de Dios vino
sobre ellos y también los destruyó.
“Entonces Jehová habló a Moisés, diciendo: Di a Eleazar hijo del
sacerdote Aarón, que tome los incensarios de en medio del incendio,
y derrame más allá el fuego; porque son santificados los incensarios
de estos que pecaron contra sus almas; y harán de ellos planchas
batidas para cubrir el altar; por cuanto ofrecieron con ellos delante
de Jehová, son santificados, y serán como señal a los hijos de Israel”.
Números 16:36-38
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