Página 368 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Una lección para nuestro tiempo
En el caso de Coré, Datán y Abiram tenemos una lección de
advertencia no sea que sigamos su ejemplo: “Ni tentemos al Señor,
como también algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las
serpientes. Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y
perecieron por el destructor. Y estas cosas les acontecieron como
ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes
han alcanzado los fines de los siglos”.
1 Corintios 10:9-11
.
Tenemos evidencia en la Palabra de Dios de la propensión de su
pueblo a ser grandemente engañado. Hay muchos casos donde lo que
puede parecer un celo sincero por el honor de Dios tiene su origen
en haber dejado desprotegida el alma para que el enemigo tiente e
impresione la mente con un sentido pervertido del verdadero estado
de las cosas. Y podemos esperar que ocurran tales cosas en estos
últimos días, porque Satanás está tan ocupado ahora como lo estaba
en la congregación de Israel. No se entienden la crueldad y fuerza
del prejuicio. Después que la congregación tuvo la evidencia ante su
vista de la destrucción de estos líderes en la rebelión, no desapareció
el poder de la sospecha y la desconfianza que se había permitido
que entrara en sus almas. Vieron la tierra abierta y a los líderes de la
rebelión descender a las entrañas de la tierra. Esta terrible exhibición
de poder seguramente debía haberlos curado y conducido al más
profundo arrepentimiento por haber injuriado a Moisés.
Aquí Dios le dio a todo Israel una oportunidad para ver y sentir la
pecaminosidad de su conducta, lo que debería haberlos conducido al
arrepentimiento y la confesión. Les dio a los engañados evidencias
abrumadoras de que eran pecadores y que su siervo Moisés tenía
razón. Tuvieron la oportunidad de pasar una noche reflexionando
sobre el terrible castigo del Cielo que habían presenciado. Pero la
razón estaba pervertida. Coré había instigado la rebelión, y doscien-
tos cincuenta príncipes se le habían unido en esparcir el desafecto.
Toda la congregación, en mayor o en menor medida, estaba afectada
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por los celos, las acusaciones y el odio prevalecientes contra Moisés,
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