Página 387 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Humillación de Cristo
¿Nuestro Ejemplo no holló un camino duro, abnegado, sacri-
ficado, humilde en nuestro favor a fin de salvarnos? Él enfrentó
dificultades, experimentó chascos, y sufrió oprobios y aflicción en
su obra de salvarnos. ¿Y rehusaremos andar donde el Rey de gloria
nos ha enseñado el camino? ¿Nos quejaremos de las penurias y
pruebas en la obra de vencer en nuestro favor, cuando recordamos
los sufrimientos de nuestro Redentor en el desierto de la tentación,
en el Huerto de Getsemaní y en el Calvario? Todo esto fue soporta-
do para mostrarnos el camino y para traernos la ayuda divina que
debemos tener o perecer. Si la juventud quiere ganar la vida eterna,
no necesita pensar que puede seguir sus propias inclinaciones. El
premio les costará algo, sí, todo. Ahora pueden tener a Jesús o el
mundo. ¡Cuántos queridos jóvenes sufrirán privaciones, cansancio,
trabajos y ansiedad a fin de satisfacerse ellos mismos y de alcanzar
un propósito en esta vida! No piensan en quejarse de las penurias y
dificultades que enfrentan a fin de servir sus propios intereses. ¿Por
qué, entonces, debieran rehuir la lucha, la abnegación o cualquier
sacrificio a fin de obtener la vida eterna?
Cristo vino de las cortes de gloria a este mundo contaminado
por el pecado y se humilló al tomar la humanidad. Se identificó con
nuestras debilidades y fue tentado en todo según nuestra semejanza.
Cristo perfeccionó un carácter justo aquí en la tierra, no en su propio
favor, porque su carácter era puro y sin mancha, sino en favor del
hombre caído. Él ofrece su carácter al hombre si éste lo acepta.
Mediante el arrepentimiento de sus pecados, la fe en Cristo y la
obediencia a la perfecta Ley de Dios, se le imputa al pecador la
justicia de Cristo; él llega a ser su justicia, y su nombre es registrado
en el libro de la vida del Cordero. Se convierte en un hijo de Dios,
un miembro de la familia real.
Jesús pagó un precio infinito para redimir al mundo, y se le entre-
gó en sus manos la raza humana; llegó a ser su propiedad. Sacrificó
su honor, sus riquezas y su hogar glorioso en la cortes reales y se
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