Página 388 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

Basic HTML Version

384
Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
convirtió en el hijo de José y María. José era uno de los artesanos
más humildes de su tiempo. Jesús también trabajó, vivió una vida
de privaciones y afanes. Cuando comenzó su ministerio, después
de su bautismo, soportó un ayuno agonizante de casi seis semanas.
No fueron meramente los dolorosos retortijones del hambre lo que
hizo que sus sufrimientos fueran indeciblemente severos, sino que
fue la culpa de los pecados del mundo lo que lo abrumaba muy
pesadamente. El que no conocía pecado fue hecho pecado por no-
sotros. Con este terrible peso de culpa sobre sí a causa de nuestros
pecados resistió la prueba terrible del apetito, y del amor al mundo y
al honor, y del orgullo de la ostentación que conduce a la presunción.
Cristo soportó estas tres grandes tentaciones capitales y venció en
favor del hombre, obrando para él un carácter justo, porque sabía
que el hombre no podía lograrlo por sí mismo. Sabía que Satanás
iba a asaltar a la raza humana en estos tres puntos. El enemigo había
vencido a Adán y se había propuesto seguir adelante con su obra
hasta completar la ruina del hombre. Cristo entró en el campo de
batalla en favor del hombre a fin de vencer a Satanás en su lugar,
porque sabía que el hombre no podría vencerlo por cuenta propia.
Cristo preparó el camino para el rescate del hombre mediante su
propia vida de sufrimiento, abnegación y sacrificio, y mediante su
humillación y muerte final. Le trajo ayuda al hombre para que éste,
siguiendo el ejemplo de Cristo, pudiera vencer en su favor, así como
Cristo había vencido para él.
“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el
cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios
en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”.
1
Corintios 6:19, 20
. “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el
Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo
de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual
sois vosotros, santo es”.
1 Corintios 3:16, 17
. “No os unáis en yugo
desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la
justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?
[412]
¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el
incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos?
Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo:
Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.