Página 392 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
comparación con las cosas eternas, colocan la estima debida en las
cosas de esta vida.
Ahora es su oportunidad dorada para formar caracteres puros y
santos para el cielo. No pueden darse el lujo de dedicar estos mo-
mentos preciosos al arreglo personal, el encrespamiento del cabello
y a hermosear lo externo a expensas del adorno interior. “Vuestro
atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o
de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorrupti-
ble ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima
delante de Dios”.
1 Pedro 3:3, 4
.
Dios, que creó hermoso y encantador todo aquello sobre lo cual
descansa el ojo, es un amante de lo bello. Él les muestra cómo estima
la verdadera belleza. A su vista, el adorno de un espíritu afable y
apacible es de
gran precio
. ¿No trataremos seriamente de obtener lo
que Dios estima como más valioso que vestidos costosos o perlas u
oro? El adorno interior, la gracia de la mansedumbre y un espíritu
en armonía con los ángeles celestiales, no disminuirá la verdadera
dignidad del carácter ni nos hará menos encantadores aquí en este
mundo.
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La religión pura e incontaminada ennoblece a su poseedor. Usted
siempre encontrará en el verdadero cristiano una alegría manifiesta,
una santa y feliz confianza en Dios, una sumisión a sus providencias,
que refrigera el alma. Mediante el cristiano, pueden verse el amor
y la benevolencia de Dios en cada dádiva que recibe. Las bellezas
de la naturaleza son un tema para la contemplación. Al estudiar la
hermosura natural que nos rodea, la mente es transportada mediante
la naturaleza al Autor de todo lo bello. Todas las obras de Dios
hablan a nuestros sentidos, magnificando su poder, exaltando su
sabiduría. Cada cosa creada tiene en ella encantos que interesan al
hijo de Dios y moldean su gusto para considerar estas evidencias
preciosas del amor de Dios por encima de las obras de la habilidad
humana.
El profeta, en palabras de resplandeciente fervor, magnifica a
Dios en sus obras creadas: “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para
que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?”
Salmos 8:3, 4
. “¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán grande es tu nombre