Página 400 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
toda atracción divina, y hacen de esas cosas terrenales una excusa
para desobedecer el mandato celestial: “Venid, que ya todo está
preparado”. Estos hermanos siguen ciegamente el ejemplo de los
mencionados en la parábola. Contemplan sus posesiones mundana-
les y dicen: “No, Señor, no puedo seguirte: te ruego que me des por
excusado”.
Estos hombres usan como excusa para no poder obedecer los
requerimientos de la verdad, las mismas bendiciones que Dios les
dio con el fin de probarlos para ver si darán “lo que es de Dios, a
Dios”. Abrazan sus tesoros terrenales y dicen: “Debo cuidarlos; no
debo descuidar las cosas de esta vida; son mías”. De este modo el
corazón de esos hombres se ha endurecido como el camino trillado.
Cierran la puerta de su corazón al mensajero celestial que les dice:
“Venid, que ya todo está preparado”, pero la abren para dejar entrar
las cargas del mundo y las preocupaciones de los negocios, y Jesús
llama en vano.
Su corazón está tan cubierto de espinas y de los cuidados de
esta vida, que las cosas celestiales no pueden hallar cabida en él.
Jesús invita a los cansados y cargados, y les promete descanso si
quieren acudir a él. Los invita a cambiar el amargo yugo del egoísmo
y la codicia que los esclaviza a Mammón, por su yugo y su carga
que, según él declara, son suaves y livianos. Dice: “Aprended de
mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para
vuestras almas”.
Mateo 11:29
. Él quiere que ellos pongan a un lado
las pesadas cargas de las congojas y las perplejidades mundanales
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y tomen su yugo de abnegación y sacrificio por los demás. Esta
carga les resultará fácil. Los que se nieguen a aceptar el alivio que
Cristo les ofrece, y continúen llevando el amargo yugo del egoísmo
imponiendo a sus almas tareas sumamente pesadas según los planes
que hacen para acumular dinero para la complacencia egoísta, no han
experimentado la paz y el descanso que se hallan en llevar el yugo de
Cristo y las cargas de la abnegación y la benevolencia desinteresada
que Cristo llevó en su favor.
Cuando el amor del mundo se posesiona del corazón y llega a
constituir una pasión dominante, no queda lugar para la adoración a
Dios, porque las facultades superiores de la mente se someten a la
esclavitud de Mammón, y no pueden retener pensamientos de Dios