Página 401 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Los diezmos y ofrendas
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y del cielo. La mente pierde su recuerdo de Dios, y se estrecha y
atrofia por su afición a acumular dinero.
Por causa del egoísmo y amor al mundo, estos hombres han ido
perdiendo gradualmente su comprensión de la magnitud de la obra
para estos postreros días. No han educado su mente para dedicarse a
servir a Dios. No tienen experiencia en ese sentido. Sus propieda-
des han absorbido sus afectos y eclipsado la magnitud del plan de
salvación. Mientras mejoran y amplían sus planes mundanales, no
ven la necesidad de ampliar y extender la obra de Dios. Invierten
sus recursos en cosas temporales, pero no en las eternas. Su corazón
ambiciona más recursos. Dios los hizo depositarios de su ley, para
que dejaran resplandecer ante otros la luz que les daba tan misericor-
diosamente. Pero han aumentado de tal manera sus preocupaciones
y ansiedades que no tienen tiempo para beneficiar a otros con su
influencia, para conversar con sus vecinos, para orar con ellos y por
ellos, y para tratar de comunicarles el conocimiento de la verdad.
Estos hombres son responsables por el bien que podrían hacer,
y que no hacen, presentando como excusa las preocupaciones y
cargas mundanales que embargan su mente y absorben sus afectos.
Hay almas por las cuales Cristo murió, que podrían salvarse por sus
esfuerzos personales y ejemplo piadoso. Hay almas preciosas que
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perecen por falta de la luz que Dios otorgó a los hombres para que
la reflejaran sobre la senda de los demás. Pero la luz preciosa queda
oculta bajo el almud y no alumbra a los que están en la casa.
Cada uno es mayordomo de Dios. A cada uno confió el Maestro
sus recursos; pero el hombre afirma que estos recursos son suyos.
Cristo dice: “Negociad entre tanto que vengo”.
Lucas 19:13
. Está
acercándose el tiempo en que Cristo requerirá lo suyo con interés.
Él dirá a cada uno de sus mayordomos: “Da cuenta de tu mayor-
domía”. Los que han ocultado el dinero de su señor en un pañuelo,
enterrándolo en la tierra, en vez de confiarlo a los banqueros, y los
que han despilfarrado el dinero de su Señor gastándolo en cosas
innecesarias en vez de ponerlo a interés invirtiéndolo en su causa, no
recibirán la aprobación del Maestro, sino una condenación decidida.
El siervo inútil de la parábola le presentó el talento a Dios y dijo:
“Te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y
recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí
tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo”.
Mateo 25:24,