Página 405 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Los diezmos y ofrendas
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presentan uno tras otro. A los tales queremos decir que esperamos
que la causa de Dios se extienda de tal manera que haya mayores
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ocasiones y pedidos más frecuentes y urgentes de que la tesorería
supla lo necesario para proseguir la obra.
Si el plan de la benevolencia sistemática fuera adoptado por
cada persona y llevado plenamente a cabo, habría una constante
provisión en la tesorería. Los ingresos afluirían como una corriente
continuamente alimentada por rebosantes fuentes de generosidad.
El dar ofrendas es una parte de la religión evangélica. ¿Acaso la
consideración del precio infinito pagado por nuestra redención no
nos impone solemnes obligaciones pecuniarias, así como el deber
de consagrar todas nuestras facultades a la obra del Maestro?
Tendremos una deuda que saldar con el Maestro antes de mucho
cuando él diga: “Da cuenta de tu mayordomía”.
Lucas 16:2
. Si los
hombres prefieren poner a un lado los derechos de Dios y retener
egoístamente todo lo que él les da, él callará por el momento y
continuará probándolos con frecuencia aumentando sus bendiciones,
dejando que éstas continúen fluyendo; y aquellos hombres seguirán
tal vez recibiendo honores de sus semejantes, sin que la iglesia
los censure; pero antes de mucho Dios les dirá: “Da cuenta de tu
mayordomía”. Dice Cristo: “En cuanto no lo hicisteis a uno de estos
más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis”.
Mateo 25:45
. “No sois
vuestros. Porque habéis sido comprados por precio”, y estáis bajo
la obligación de glorificar a Dios con vuestros recursos, así como
en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, que son suyos. “Comprados
[sois] por precio”, “no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino
con la sangre preciosa de Cristo”
1 Corintios 6:19, 20
;
1 Pedro 1:18,
19
. Él pide, en compensación de los dones que nos ha confiado, que
ayudemos en la obra de salvar almas. Él dio su sangre y nos pide
nuestro dinero. Mediante su pobreza somos hechos ricos, y ¿nos
negaremos a devolverle sus propios dones?
Dios no depende del hombre para sostener su causa. Podría haber
enviado medios directamente del cielo para suplir su tesorería, si en
su providencia lo hubiera considerado mejor para el hombre. Podría
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haber formulado planes para que los ángeles hubiesen sido envia-
dos a publicar la verdad al mundo sin intervención de los hombres.
Podría haber escrito las verdades en el firmamento y haber dejado
que éste declarara al mundo sus requerimientos en caracteres vivos.