Página 406 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
Dios no depende del oro o la plata de hombre alguno. Dice: “Porque
mía es toda bestia del bosque, y los millares de animales en los
collados”. “Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti; porque mío es
el mundo y su plenitud”.
Salmos 50:10, 12
. Cualquier necesidad de
que intervengamos en el adelantamiento de la causa de Dios, ha sido
ordenada a propósito para nuestro bien. Él nos ha honrado haciéndo-
nos colaboradores suyos. Ordenó que fuera necesaria la cooperación
de los hombres a fin de que pudieran practicar la generosidad.
En su sabia providencia, Dios permitió que los pobres estuvieran
siempre con nosotros, para que mientras presenciáramos las diversas
formas de necesidad y sufrimiento en el mundo, fuéramos probados y
puestos en situación de desarrollar un carácter cristiano. El Señor ha
puesto a los pobres entre nosotros para despertar nuestra compasión
y amor cristianos.
Los pecadores que están pereciendo por falta de conocimiento
serán dejados en la ignorancia y las tinieblas a menos que los hom-
bres les lleven la luz de la verdad. Dios no enviará a los ángeles
del cielo para hacer la obra que ha encomendado al hombre. Dio a
todos una obra que hacer por esta misma razón, a saber, para que
pudiera probarlos y para que ellos revelaran su verdadero carácter.
Cristo pone a los pobres entre nosotros como representantes suyos.
“Tuve hambre?dice?, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me
disteis de beber”.
Mateo 25:42
. Cristo se identifica con la humanidad
doliente en la persona de los seres humanos que sufren. Hace suyas
sus necesidades y acoge sus desgracias en su seno.
Las tinieblas morales de un mundo arruinado suplican a cada
cristiano que realice un esfuerzo, que dé de sus recursos y preste
su influencia para asemejarse a Aquel que aunque poseía riquezas
infinitas se hizo pobre por causa nuestra. El Espíritu de Dios no
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puede morar con aquellos a quienes mandó el mensaje de su verdad,
pero que necesitan que se les ruegue antes de sentir su deber de
colaborar con Cristo. El apóstol pone de relieve el deber de dar
por motivos superiores a la mera compasión humana, porque los
sentimientos son conmovidos. Da realce al principio de que debemos
trabajar abnegadamente y con sinceridad para gloria de Dios.
Las Escrituras requieren de los cristianos, que participen en un
plan de activa generosidad que los haga manifestar constantemente
interés en la salvación de sus semejantes. La Ley moral ordenaba la