Página 410 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
Dios da al hombre los nueve décimos, mientras reclama un dé-
cimo para fines sagrados, así como dio al hombre seis días para su
trabajo y se reservó y puso aparte el séptimo día para sí. Porque,
como el sábado, el diezmo de las entradas es sagrado. Dios se lo
ha reservado. Él llevará a cabo su obra en la tierra con las entradas
procedentes de los recursos que confió al hombre.
Dios exigía que su antiguo pueblo asistiera a tres asambleas
anualmente. “Tres veces cada año aparecerá todo varón tuyo delante
de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere: en la fiesta solemne
de los panes sin levadura, y en la fiesta solemne de las semanas, y
en la fiesta solemne de los tabernáculos. Y ninguno se presentará
delante de Jehová con las manos vacías; cada uno con la ofrenda
de su mano, conforme a la bendición que Jehová tu Dios le hubiere
dado”.
Deuteronomio 16:16, 17
. Nada menos que una tercera parte
de sus entradas se consagraba a fines sagrados y religiosos.
[435]
Cuandoquiera que los hijos de Dios, en cualquier época de la
historia del mundo, ejecutaron alegre y voluntariamente el plan
de la benevolencia sistemática y de los dones y ofrendas, han visto
cumplirse la permanente promesa de que la prosperidad acompañaría
todas sus labores en la misma proporción en que le obedecieran.
Siempre que reconocieron los derechos de Dios y cumplieron con sus
requerimientos, honrándole con su sustancia, sus alfolíes rebosaron;
pero cuando robaron a Dios en los diezmos y las ofrendas, tuvieron
que darse cuenta de que no sólo le estaban robando a él, sino que se
defraudaban ellos mismos; porque él limitaba las bendiciones que
les concedía en la proporción en que ellos limitaban las ofrendas
que le llevaban.
Algunos dirán que ésta es una de las leyes rigurosas que pesa-
ban sobre los hebreos. Pero ésta no era una carga para el corazón
voluntario que manifestaba amor a Dios. Únicamente cuando la
naturaleza egoísta se fortalecía por la retención de aquellos recursos,
el hombre perdía de vista lo eterno y estimaba los tesoros terrenales
más que las almas. El Israel de Dios de estos últimos tiempos tiene
necesidades aun más urgentes que el de antaño. Debe realizarse una
obra grande e importante en breve tiempo. Nunca fue el propósito
de Dios que la ley del sistema del diezmo no rigiera entre su pueblo;
sino que, al contrario, quiso que el espíritu de sacrificio se ampliara
y se profundizara para la obra final.