Página 416 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
así el dinero de nuestro Señor en cosas perjudiciales para agradarnos
y glorificarnos a nosotros mismos. Debemos inquirir diligentemente:
¿Qué tesoro nos hemos asegurado en el reino de los cielos? ¿Somos
ricos para con Dios?
Jesús dio a sus discípulos una lección respecto de la avaricia.
“También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hom-
bre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo:
¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto
haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré
todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos
bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe,
regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu
alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para
sí tesoro, y no es rico para con Dios”.
Lucas 12:16-21
.
La duración y felicidad de la vida no consiste en la cantidad de
nuestras posesiones terrenales. Este rico insensato, en su egoísmo
supremo, había amontonado tesoros que no podía emplear. Vivía
solamente para sí mismo. Se extralimitó en los negocios, obtuvo
ganancias ilícitas y no practicó la misericordia ni el amor de Dios.
Robó a los huérfanos y a las viudas, o defraudó a sus semejantes
para aumentar su creciente reserva de bienes mundanales. Podía
haberse hecho tesoros en los cielos en bolsas que no envejecen, pero
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por su avaricia perdió ambos mundos. Los que humildemente usan
para gloria de Dios los recursos que él les ha confiado, recibirán
antes de mucho su tesoro de la mano del Maestro con la bendición:
“Bien, buen siervo y fiel;... entra en el gozo de tu señor”.
Mateo
25:21
.
Cuando consideramos el sacrificio hecho para la salvación de los
hombres, nos embarga el asombro. Cuando el egoísmo clama por
la victoria en el corazón de los hombres, y ellos se sienten tentados
a retener la proporción que deben dedicar a cualquier buena obra,
deben fortalecer sus principios de lo recto por el pensamiento de
que el que era rico en el tesoro inestimable del cielo, se apartó de
todo ello y se hizo pobre. No tuvo dónde reclinar su cabeza. Y todo
este sacrificio fue hecho en nuestro favor, para que obtuviéramos las
riquezas eternas.
Cristo asentó los pies en la senda de la abnegación y el sacrificio,
que todos sus discípulos deben recorrer si quieren ser finalmente