Página 439 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Evitar las discusiones
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el pecado no discernirán los motivos y propósitos de estos hombres
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intrigantes, que de ese modo encubren y falsifican la verdad preciosa
e importante. Debido a los hombres que se ocupan en ellas, no hay
sino pocas discusiones que es posible conducir en base a principios
rectos. Ambas partes dan golpes hirientes demasiado frecuentemen-
te, se hacen comentarios despreciativos acerca de otras personas,
y con frecuencia ambos contendientes descienden al sarcasmo y
las agudezas. Se pierde el amor por las almas en el deseo mayor
de alcanzar la supremacía. El prejuicio, profundo y amargo, es a
menudo el resultado de las discusiones.
He contemplado a los ángeles embargados de tristeza cuando
las más preciosas joyas de verdad han sido colocadas ante hombres
completamente incapaces de apreciar las evidencias en favor de
la verdad. Todo su ser estaba en guerra contra los principios de
verdad; su naturaleza estaba en enemistad con ella. Su propósito al
discutir no era que ellos mismos pudieran captar las evidencias de la
verdad o que la gente pudiera tener una comprensión clara de nuestra
verdadera posición, sino que pudieran confundir la comprensión de
los oyentes colocando la verdad en una luz pervertida ante la gente.
Hay hombres que se han educado como combatientes. Su política
es caracterizar falsamente a un oponente y encubrir los argumentos
claros con sofismas deshonestos. Han dedicado las facultades que
Dios les ha dado a este trabajo deshonesto, porque en sus corazones
no hay nada en armonía con los principios puros de verdad. Cogen
cualquier argumento del que pueden valerse con el cual denigrar
a los abogados de la verdad, cuando ellos mismos no creen las
cosas con las que arguyen contra sus oponentes. Se afirman en su
posición escogida, sin tener en cuenta la justicia y la verdad. No
consideran que ante ellos está el juicio, y que luego de su triunfo
mal habido, con todos sus resultados desastrosos, aparecerá todo
en su verdadero carácter. El error, con todas sus tácticas engañosas,
con todos sus serpenteos y giros y vueltas para cambiar la verdad en
mentira, aparecerá entonces en toda su deformidad. Ninguna victoria
permanecerá en el día de Dios, excepto aquella que la verdad pura,
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elevada, sagrada, ganará para la gloria de Dios.
Los ángeles lloran al ver la verdad preciosa de origen celestial
echada ante los cerdos, para ser tomada por ellos y pisoteada en
el fango y la inmundicia. No “echéis vuestras perlas delante de