Página 461 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Unidad en la iglesia
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bíblica, clara y bien eslabonada. Esta verdad es de origen celestial y
se la ha buscado como a un tesoro escondido. Ha sido desentrañada
mediante una investigación cuidadosa de las Escrituras y a través de
mucha oración.
El hermano B está dudando de punto tras punto de nuestra fe.
Si él tiene razón en sus nuevas teorías, el cuerpo de observadores
del sábado está equivocado. ¿Se renunciará a la fe establecida en
los fuertes puntos de nuestra posición, que nos ha sacado del mundo
y nos ha unido como un pueblo distinto y peculiar, considerándola
errónea? ¿Recibiremos la fe de esta sola persona, con las evidencias
que él nos da de los frutos de su carácter religioso? ¿O el hermano B
renunciará a su juicio y opiniones, y vendrá al cuerpo de creyentes?
Si él no hubiera cegado su alma aceptando prejuicios y albergando
una oposición perversa contra la obra de Dios, no habría sido dejado
en esa oscuridad y engaño.
Es un hablador hábil e insistirá persistentemente en sus opiniones
y no cederá ante el peso de las evidencias contra él. Es una crueldad
que se coloque en el camino de la prosperidad de la iglesia, como
él lo ha hecho. El mundo es grande; él puede pedir el privilegio de
ir entre los no creyentes y de convertirlos a sus teorías; y cuando
pueda presentar un cuerpo bien organizado del cual él ha sido el
instrumento para convertirlos del pecado a la justicia, entonces, y
no antes, debiera insistir con sus puntos de vista peculiares ante la
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iglesia de Dios, la cual está afligida y descorazonada con su oscuri-
dad y error. No tiene el derecho de construir sobre el fundamento de
otro hombre, colocando su madera, heno y rastrojo que han de ser
consumidos por los fuegos del día postrero.
Se me mostró que la única posición segura para el hermano B
es sentarse a los pies de Jesús y aprender el camino de vida más
perfectamente. La doctrina de Cristo caerá como la lluvia, y sus
palabras destilarán como el rocío sobre el corazón del humilde y
dispuesto a aprender. El hermano B debe adquirir una disposición
susceptible a ser enseñado. No debe sentarse como un juez, sino
como un aprendiz; no para poner reparos, sino para creer; no para
cuestionar y encontrar faltas y oponerse, sino para escuchar. El
orgullo debe dar lugar a la humildad, y el prejuicio debe cambiarse
por el candor, o las bondadosas palabras de Cristo serán en vano
para él. Mi hermano, usted puede razonar con su juicio ciego y con