Página 466 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

Basic HTML Version

462
Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
chos y contaminarán a muchos más a menos que usted las vea y las
desarraigue.
Se me mostró que un espíritu duro, farisaico, se desarrollará en
el hermano B y lo controlará, a menos que vea los defectos terribles
que hay en su carácter y obtenga gracia de Dios para corregir el mal.
Antes que abrazara la verdad, su mano parecía estar contra todos;
su espíritu combativo cobraba fuerzas ante cualquier provocación,
y su autoestima se sentía herida; era un hombre duro, que se metía
en dificultades y las creaba. La verdad de Dios obró una reforma en
él. Dios lo aceptó y su mano lo sostuvo. Pero desde que el hermano
B perdió el espíritu de consagración, su antiguo espíritu, turbulento
y en desacuerdo con otros, se ha ido fortaleciendo y ha tratado
de obtener el dominio. Cuando el yo muera y humille su corazón
orgulloso ante Dios, encontrará cuán débil es su fuerza; sentirá la
necesidad del socorro celestial y clamará: “Inmundo, inmundo, ante
ti, oh Dios”. Toda su orgullosa jactancia en el yo terminará.
La vida en este mundo tempestuoso, donde las tinieblas morales
triunfan sobre la verdad y la virtud, será para el cristiano un conflicto
continuo. Encontrará que debe mantener puesta su armadura, porque
tendrá que pelear contra fuerzas que nunca se cansan y enemigos
que nunca duermen. Nos encontraremos asediados por incontables
tentaciones, y debemos encontrar fuerza en Cristo para vencerlas o
ser vencidos por ellas y perder nuestras almas. Tenemos una obra
grande y solemne que hacer, y cuán terrible será nuestra pérdida
si fracasamos. Si la obra que nuestro Maestro nos ha dejado se
[498]
encuentra sin hacer, no se nos concederá un segundo tiempo de
prueba. Deberá quedar sin hacerse para siempre.
Se me mostró la vida del hermano B y su familia. Los ángeles
lloraban al ver la conducta de él en la casa, al ver a la esposa despro-
vista de cariño, que no recibe respeto de él cuyo deber es amarla y
cuidarla como a su propio cuerpo, así como Cristo amó y cuidó a la
iglesia. Se esmera en hacer evidentes los defectos de ella y exalta
su propia sabiduría y criterio, haciéndole sentir su inferioridad en
compañía y sola. Pese a que ella es una analfabeta, su espíritu es por
lejos más aceptable ante Dios que el de su esposo. Dios contempla a
la hermana B con sentimientos de la más profunda compasión. Ella
práctica los principios de verdad, hasta donde tiene luz, mucho mejor
que su esposo. Ella no será responsable por la luz y el conocimiento