Página 467 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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La confianza propia es una trampa
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que ha tenido su esposo pero que ella no ha tenido. Él podría ser una
luz y una ayuda y una bendición para ella, pero usa su influencia en
una forma equivocada. Le lee lo que a él le place, aquello que dará
fuerza a sus opiniones e ideas, mientras que retiene luz esencial que
no desea que ella escuche.
Él no respeta a su esposa, y les permite a sus hijos que le mues-
tren falta de respeto. Como los hijos de Elí, a estos hijos se los
deja crecer como quieren. No los restringe, y todo este descuido
repercutirá poco a poco sobre él. Lo que el hermano B está ahora
sembrando seguramente lo cosechará. En muchos respectos, la her-
mana B está más cerca del reino de los cielos que su esposo. Estos
hijos ingobernables, desobedientes, a quienes no se ha educado para
que ejerzan el dominio propio, plantarán espinas en los corazones
de sus padres que ellos no podrán impedir; y luego en el juicio Dios
llamará a cuenta a los padres por educar a los hijos en el mundo
y por permitirles que crezcan indisciplinados, poco afectuosos y
recibiendo poco cariño. Estos hijos no pueden ser salvos en el reino
de los cielos sin un gran cambio en sus caracteres.
El hermano B trata de que su esposa crea como él cree, y quisiera
que su esposa pensara que todo lo que él hace es correcto y que sabe
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más que cualquiera de los ministros y que es más sabio que todos los
hombres. Se me mostró que en su sabiduría jactanciosa está tratando
con los cuerpos de sus hijos como lo hace con el alma de su esposa.
Ha estado siguiendo un curso de acción de acuerdo con su propia
sabiduría, lo cual está arruinando la salud de su hija. Se jacta de que
el veneno que ha introducido en el sistema de ella la mantiene viva.
¡Qué error! Debiera comprender cuánto mejor podría haber estado
si él la hubiera dejado sola y no hubiese abusado de su naturaleza.
Esta niña no puede tener nunca una constitución saludable porque
sus huesos y la corriente sanguínea que está en sus venas han sido
envenenados. La constitución destrozada de sus hijos y sus dolores
penosos clamarán contra su sabiduría presumida, que es necedad.
Pero lo más deplorable de todo es que él, por decirlo así, ha
dejado abierta de par en par la puerta de la perdición para que sus
hijos entren y se pierdan. La naturaleza de sus hijos tendrá que
cambiar, sus caracteres tendrán que ser transformados y hechos de
nuevo, o no puede haber esperanza para ellos. ¿Pueden los ángeles
mirar amorosamente a su familia, hermano B? ¿Pueden deleitarse