Página 474 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
la bondad y la verdadera pureza. Usted ha apartado a almas de la ver-
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dad mediante un espíritu áspero, criticón, arrogante. Sus palabras no
han sido dichas con la mansedumbre de Cristo, sino con el espíritu
de E. Su modo de ser es naturalmente tosco y no refinado, y porque
usted nunca ha sentido la necesidad del verdadero refinamiento y la
cortesía cristiana, su vida no ha sido tan elevada como podría haber
sido.
Usted ha permanecido en la rutina del hábito. Su educación y
preparación no han sido correctas, y por lo tanto debería haberse
esforzado más seriamente para mejorar, reformarse, y hacer cambios
decididos y cabales. A menos que usted experimente una conver-
sión decidida y completa en casi cada respecto, está enteramente
incapacitado para predicar la verdad, y a menos que pueda tener
un apropiado refinamiento del carácter, los modales y la forma de
dirigirse a las personas, usted hará más daño que bien. Usted no ha
hecho mucho para promover la verdad, porque se ha detenido de-
masiado en las iglesias, cuando no podía hacerles ningún bien, sino
sólo daño. Su manera de ser y sus modales necesitan refinamiento
y santificación. No debería estropear más la obra de Dios con sus
deficiencias, puesto que no ha mostrado una mejoría decidida para
convertirse en un obrero en la causa de Dios.
Es imposible que usted conduzca a otros a una norma más ele-
vada que la que usted mismo ha alcanzado. Si personalmente no
avanza, ¿cómo puede dirigir a la iglesia de Dios hacia adelante, a
una norma más alta de piedad y santidad? Todos los ministros de esa
clase, como usted lo ha sido por varios años, son más una maldición
que una bendición para la causa de Dios, y cuantos menos tengamos
de ellos más próspera será la causa de la verdad presente.
Usted no tiene ideas elevadas ni aspiraciones de progreso en
sus labores. Está contento con ser una persona vulgar y un ministro
común. No aspira a la perfección del carácter cristiano y a ese
nivel en la obra que Cristo requiere que cada uno de sus ministros
escogidos alcance. Ninguno que profese llevar la verdad a otros está
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capacitado para ese trabajo de responsabilidad a menos que esté
progresando en conocimiento y en consagración al trabajo, y esté
mejorando sus modales y temperamento, y creciendo en verdadera
sabiduría de día en día. Todo hombre que guíe almas a la verdad
necesita una estrecha comunión con Dios. Aquellos que abrazan la